De izquierda a derecha: Mi bisabuelo Pedro Ramos Selti, mi abuelo Agustín Ramos Cruz, mi padre Reinaldo Ramos Ramos, Yo. 1965.
A estos 56 años que tengo, poco puedo responder, sin que salgan más preguntas, más dudas y más incertezas.
Pero algo aprendimos del camino.
Poco puedo enseñar hoy día, pero puedo decir esto: Soy un indio. Y me gusta. (Indio de mierda, me dicen algunos)
También puedo decir esto: Hoy, ser indio es algo con lo que quizás uno nace, pero también se cultiva, se alimenta, se desarrolla, se inventa y reinventa.
De este aprendizaje lento, de esta intención de trascendencia, surgió esta necesidad. En mi viaje, descubrí que no me basta con definiciones estatales, con certificados de entidades u organizaciones impuestas, no me sirven timbres o autorizaciones de dirigencias o santones, me dejan igual las inyecciones de plata o de oro o de litio… todo eso no alcanza para lo que quiero, nada de eso me da descanso.
Lo que necesito es mi cultura.
Algunos me decían que no existe, que de eso no hay. Pero yo sé que no, porque en una vuelta del camino descubrí el aliento de mis abuelos, descubrí que ellos viven y que sí: tenemos memoria, tenemos lengua, tenemos visiones, tenemos sueños, tenemos terreno, tenemos siembra, tenemos agua, tenemos vida y tenemos vida y futuro.
Y de ahí, surgió este Ckunsa Ttulva. No será mucho, pero mi negro lomo se siente algo descansado. Por algo empezaremos.
Un día, no hace mucho, alguien me preguntó, ¿Quién soy vo’ para hacer esto?
Hoy puedo responder, tranquilo y reposado: ¿Quién soy yo, PARA NO HACERLO?