Editorial de El Mercurio de Calama
El alcance e impacto que genera la actividad minera -de escala industrial- nos hace olvidar que nuestra región también cuenta con una actividad agrícola que es ancestral y que se ha transmitido de generación en generación. Lamentablemente, las décadas de explotación de minerales ha tenido una repercusión en la agricultura que hoy trata de sostenerse de la mano de quienes, pese a su longevidad, se resisten a dejar la actividad que aprendieron de sus padres y abuelos.
No es novedad que cada vez las nuevas generaciones opten por estudiar alguna carrera técnica o universitaria y luego continuar sus vidas lejos de las tierras cultivables de la zona interior. Eso no solo provoca un éxodo y despoblamiento, también interrumpe la cadena de recambio en labores como la agricultura y la ganadería.
No son pocos los que migran a la gran minería por un tema de condiciones laborales y mejores sueldos, situación que les permiten proyectarse como familias.
Hacer y mantener la agricultura es muy difícil en una región donde el agua es escasa y que se ha visto golpeada por el cambio climático con heladas más allá de la temporada habitual y lluvias en sectores menos productivos.
No obstante, existe un buen número de familias que se resisten a dejar la actividad y realizan esfuerzos por seguir con sus cultivos pese a sus adversidades.
Esa dedicación que presentan es la que se debe valorar y apoyar con políticas que apunten a brindar las ayudas que sean necesarias para fortalecer la actividad.
La agricultura no se puede perder, es más, debiera contar con apoyo técnico, tecnológico, capacitación y subsidios que sirvan para que continúe viva. Y no es que sea un romanticismo. Grandes países tienen políticas de futuro que están orientadas al autoabastecimiento.
A ello se debe agregar que los pueblos andinos son parte de nuestro patrimonio y si se dejan a su suerte es muy probable que no resistan y uno a uno vayan cayendo perdiéndose una rica historia desde tiempos previos y durante la conquista española.
Si no hay apoyo a la agricultura perecerán y con ello el gran legado dejado por los primeros habitantes de esta zona, de sus prácticas, de sus enseñanzas y tradiciones que hoy nos generan arraigo y pertenencia.
Preservar su existencia es respetar a nuestros pueblos.