Lautaro Núñez Atencio, Arqueólogo: “Nadie habla de la madre tierra, salvo los pueblos originarios”

Envie este Recorte Version de impresion de este Reportaje Publicado el 25 de octubre de 2021 Visto 316 veces

Fue en 1974 que el destacado arqueólogo y Premio Nacional de Historia 2002 Lautaro Núñez Atencio entró de lleno a su pasión por la Arqueología en San Pedro de Atacama.

El hombre nacido en 1938 partió de la mano con el padre Gustavo Le Paige, un recorrido por nuestro desierto que por casi cinco décadas no se ha detenido nunca.

Sus 83 años son la expresión viva de la sabiduría y el respeto con el que ha hecho su labor en el Instituto de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad Católica del Norte.

Ante cada pregunta o comentario parece ensimismarse y con su hablar pausado entrega sus conocimientos y reflexiones con una gracia que envuelve y se agradece.

Después de más de cuatro décadas de investigación y enseñanza, ¿cuál es el principal aprendizaje que tiene?

Lo más importante que he aprendido como persona e investigador- arqueólogo es haberme enfrentado ante el Desierto de Atacama con una pregunta que no he soltado hasta el día de hoy, y es la siguiente: ¿Cuántos esfuerzos debieron hacer los pueblos, desde los primeros hasta ahora, para domesticar uno de los territorios más áridos y adversos del mundo? Y luego que decidieran quedarse, desde hace 13 mil años. ¿Qué movió a esa sociedad para decir ‘aquí nos quedamos’ y no decir, ‘de aquí nos vamos’? Esas fueron las preguntas más inquietantes desde el comienzo de mi carrera hasta hoy y para eso debía investigar desde los primeros habitantes y luego observar lo que podríamos llamar el progreso social, cómo abandonaron las cuevas y construyeron sus primeros campamentos, aldeas y pueblos mas sedentarios hasta las ciudades de hoy.

Pero no podía quedarme solo con la Prehistoria como desafío frente a esta domesticación y tuve que seguir por la Historia, sin ser un especialista; así, llegando al siglo XIX, volví a preguntarme cómo fue posible esta otra epopeya: que se juntaran las personas en la pampa salitrera, en Tarapacá y luego Antofagasta, donde no había literalmente nada, solo una pampa estéril. ¿Cómo se produjo esa épica? Es cierto, los ingleses trajeron la industria, pero los pueblos que allí se instalaron levantaron esa riqueza. ¿Cómo lo hicieron? ¿Su respuesta fue la misma hecha por anteriores pueblos miles de años atrás?

Y si nos apuramos, podemos llegar hasta hoy para reconocer estas virtudes. Se ha preguntado, como desde la arqueología y antropología ¿Qué están haciendo los pueblos hoy frente a este desierto que se deja domesticar, pero que lo maltratamos con el extractivismo?

Antes se inventó la silvicultura, agricultura, el pastoralismo, la minería, las pesquerías, el aldeanismo, las redes viales, entre otros éxitos adaptativos, pero hoy uno comienza a echar de menos innovaciones tan radicales y con ello dudar de cómo nos relacionamos con esta naturaleza tan particular. Vemos que hay límites para la búsqueda de mas progreso social.

Fíjese que, en nuestra Universidad, en Coquimbo, hay investigadores que quieren sembrar el mar. Lo están haciendo. Les dije que lo mismo se hizo hace 5 mil años en la tierra, cuando nuestros antepasados comenzaron a criar plantas y animales. Hoy se está haciendo una revolución acuícola, igual que en el pasado con la agricultura.

Con este panorama, comparando los tiempos y sus culturas es que he querido decirle que esta ha sido mi preocupación vital al interior de esta épica al decidir que esta tierra sea nuestra única morada posible.

Este proceso de domesticación tiene dos sentidos. El desierto también determina la cultura, la persona… ¿Qué se produjo allí?

Esto no es sólo un desierto. El desierto es la suma de pisos ecológicos. Cuando uno está en la costa fértil de Arica uno puede ver la combinación del valle con el mar, pero si nos alejamos hacia el sur, los pescadores ya no tienen ríos, sino algunas vertientes, entonces, la vida tuvo condiciones muy distintas. Y si uno traspasa la Cordillera de la Costa y llegamos a la planicie central, la pampa, debemos decir que durante la Prehistoria, no fue utilizadas, salvo cuando los valles atravesaban las pampas. En consecuencia, es un espacio que fue domesticado recién en el siglo XIX y parte del XVIII.

Antes, por así decirlo, la naturaleza le decía a la sociedad: no toquen la pampa intermedia, porque no hay nada que pueda hacer con la tecnología que hoy tienen; espere a que puedan desarrollar o acoger nuevas revoluciones tecnológicas.

Y la naturaleza también les dijo que no olvidaran los valles serranos que subían de la pampa hacia arriba, que son ríos caudalosos y lo empujó a esos espacios también habitables, que son oasis, pero de mas altura. Y la sociedad acompaño a la naturaleza, y aprendió a hacer harina de algarrobo y a parte de eso, vio los juncos de los cuales se puede obtener una raíz comestible…hasta cultivar los primeros maíces…y la quinua o el arroz andino… Entonces, la naturaleza va enseñando, sabe mostrarse, sabe dar las señales, no es solo la humanidad en acción. Incluso la misma naturaleza los empujó a subir por sobre los 4 mil metros, donde encontraron camélidos salvajes que los trasformaron en guanacos y llamas. Así surgió la ganadería y con ello el primer trasporte caravanero.

Otro día bajó una familia de la selva boliviana preguntando por qué no cambiaban productos de la altura por pescado seco con los habitantes de la costa. Y para caminar grandes extensiones sirvió la hoja de coca. La misma naturaleza, en su propia sabiduría, siempre fue mostrando y proveyendo diversos recursos, fue colaborando, no para dominar, sino para cohabitar, tratando de mejorar la vida a una escala humana, diferente a las actuales desigualdades.

Sin romantizar el pasado, da la impresión de que pudo haber un vínculo más sabio entre la naturaleza y las sociedades. Hoy la escala es otra: la naturaleza es un recurso.

Absolutamente. Nadie habla de la madre tierra, salvo los pueblos originarios. es decir, que se debe cuidar como a una madre. El pasado encierra ciertamente algunas lecciones para el presente.

Me queda la impresión de que el concepto de lo humano y la naturaleza, se han ido achicando, acotándolos casi a lo estrictamente económico.

El ser humano se reduce hoy a ciertas tecnologías. Por ejemplo, la gente del mar tenía una relación muy armónica con el océano y de repente llegaron grandes empresas antiecológicas con instrumentos más modernos, conducentes a la sobre explotación. ¡Esos son los cambios dañinos!

Pero no soy pesimista. Hace años, unos pescadores de Iquique le llevaron un collar, una albacora de plata, a la Virgen de La Tirana, para que ellos pudieran seguir cazando con arpón, tal como lo habían hecho sus ancestros… hoy las sobre cazan con redes.

Hay otra cosa: la cultura y las creaciones humanas son mucho más complejas que la mera búsqueda de la eficiencia. Usando los mismos ejemplos: quiero ser eficiente, arrojo dinamita al mar y tengo captura, pero hay otra decisión de hacer estos actos con respeto…

Yo diría heroica.

¿Cómo así?

Los actos heroicos ocurren cuando el pescador se enfrenta a la albacora de igual a igual.

Como en el libro “El viejo y el mar” de Hemingway…

Igual. Me voy a plantar frente a esta semilla y la voy a hacer crecer: eso es heroico, persistir en el fracaso hasta lograrlo; lo mismo el minero que encontró una veta que se le escondía. Eso fue y es el desierto. La diferencia es que hoy la geología aquí es indispensable.

¿Este cambio ocurre cuándo? ¿A inicios del siglo pasado con la industrialización?

Los cambios más grandes vienen con la modernización de los procesos tecnológicos con la llegada de la revolución industrial inglesa durante el siglo XIX, pero también pienso que no es una norma general. Conocí aymaras que recién hace 20 años hacían rituales para llamar a la lluvia, sin cámaras, sin publicidad. Conocían los climas. Esparcían agua del Titicaca y del mar. Esa gente se estaba relacionando con la naturaleza con una ritualidad antigua, pero también mantenían conocimientos ancestrales.

LA COMUNIDAD

El profesor Núñez tiene estudios en Chile, en la República Checa y en Japón donde hizo su doctorado. Su conocimiento lo ha desarrollado en diversos textos e investigaciones, que ocupan aspectos diversos como sus proyectos con equipos interdisciplinarios paleoambientales orientados a los primeros poblamientos, al surgimiento de sociedades complejas , continuidades y cambios culturales, movilidad y desarrollo  internodales, patrimonio cultural y regionalidad. Es Doctor Honoris Causa de la UCN, nació en Iquique y vivió en el barrio El Morro. Fue alumno de profesores normalistas, comenzó sus exploraciones siendo muy joven, las que nunca se han detenido y ha escrito incluso un libro sobre la Virgen de La Tirana por estricta indicación de su madre quien fuera su camarera número uno.

¿Qué buscamos las personas cuando creamos comunidad?

En un mundo donde la individualidad se ha llevado a un plano de exaltación, la pregunta es por qué quedan algunos espacios donde la gente se integra y busca valores comunes. Creo que las necesidades humanas de hoy son más crueles que las antiguas. Ya no es posible que solo una familia pueda resolver su problema de agua, educación o vivienda. Se requiere que la sociedad se reúna y busque soluciones colectivas porque eso nos da la posibilidad de llegar a concretizar un asentamiento humano con valores compartidos. La soledad no resuelve los problemas vitales, salvo para aquellos que estiman que la economía de la riqueza es el único modelo de vida.

Cuando la gente se integra es porque sabe que tiene mayores posibilidades de resolver sus problemas comunes y existenciales.

Pero además las personas soñamos, imaginamos, creamos mitos. ¿Por qué lo hacemos?

Es casi un punto religioso. Lo hacen porque se dan cuenta que del sueño a los idearios de vidas mejores hay un paso…que necesitan un apoyo emocional y aun extraterrenal, algo superior, sino cómo te explicas el fenómeno de La Tirana. Esas relaciones míticas surgen cuando las necesidades son de tal volumen que el ser humano en si mismo, no está capacitado para resolverlas. De allí la importancia de la cultura de los santuarios y las peregrinaciones.

¿Por qué cree que están desapareciendo estas prácticas que han acompañado al hombre por tantos siglos?

Porque se asocian con el atraso. Por ejemplo, hay pescadores de empresas que les dicen a los tradicionales que son anacrónicos por cazar las albacoras con arpón cuando hoy deberían hacerlo con redes y ayudados por satélites. Es una lástima que ya no estarán vivos aquellos “tradicionales” cuando les pregunten a los “modernos “porque extinguieron así a esas “reinas del mar”.

Parece el triunfo de la técnica, la tecnología.

Hay mucho de eso. Las palabras ética y técnica deberían refundirse en un solo concepto válido para nuestro tiempo…

¿Y qué efectos tiene esto sobre las sociedades?

No soy tan pesimista sobre la sociedad problematizada que busca a través del mito soluciones que no encuentra.

En Iquique hay gente muy moderna, que tiene algo importante a un lado: a la religión popularizada, pero un día del 2009 se suspendió la festividad de La Tirana por la pandemia de H1N1; sin embargo, los vi sacar sus trajes y bailarle a la Chinita en Iquique, completamente vestidos con la ropa usada para la Tirana. Entonces, no estaban frente al mito vivo. Ella estaba lejos del espacio sacralizado, pero igual actuaban en consecuencia.

Cómo observa el país que ha entrado en un momento tan especial desde el 18 de octubre de 2019.

Lo veo complejo. Este es un país que siempre percibió su modelo de gobernanza con racionalidad, con tradición democrática, con educación gratuita impulsada por el Presidente Pedro Aguirre Cerda, con un buen sistema de salud y otras soluciones de un estado generoso. Pero algo pasó desde la dictadura hasta ahora, en que este país comenzó a titubear, a hacer maniobras distintas, donde los modos políticos, económicos, sociales, se fueron transformando para sostener un modelo que era esencialmente hecho para establecer divisiones tajantes. Nunca el país estuvo tan cerca de tener tantos ricos a nivel mundial y de tener tantas clases medias y pobres tan desposeídos. Este no es un modelo mejor desde el punto de vista de la racionalidad humana. En consecuencia, esto fue como una olla a presión donde todo se fue acumulando y donde toda la tecnología y mecanismos de la modernidad nos están diciendo que hay tanta desigualdad, corrupción y otras tantas prácticas inhumanas.

La marcha multitudinaria que vimos en octubre de 2019 me mostró que las gentes en plural se dieron cuenta que vivieron durante décadas en un país que no les gustaba y no querían que siguiera así. Yo no sé cómo será el modelo del futuro, eso es tarea de los políticos que deberemos elegir, pero cuando vi tanta gente me di cuenta de que el país efectivamente despertó y considero que esto es para bien. Al final, no es menor que esto mismo esté pasando en tantas partes del mundo y que se estén buscando modelos más humanos, como para decir que valía la pena vivir más que sobrevivir. Y en eso estamos. Tantos miles de años para llegar al borde del colapso ecológico y humano no es justo. Ya es hora, a lo menos desde la metáfora, que los telescopios de esta modernidad giren lentamente hacia nuestra tierra para identificar también donde la desigualdad se ha hecho demasiado visible.



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