Un cuento ruso sobre la luz

Envie esta Editorial Version de impresion de esta Editorial Publicado el 05 de Octubre de 2011 Visto 154 veces
Esta es una historia rusa. Un cuento de un escritor ruso, quiero decir.
Alguna vez lo leí, hace mucho tiempo, y por alguna razón extraña, se me quedó grabado. Quizás para poder contarlo en estos días... No recuerdo ni el autor y es probable incluso que mi memoria lo haya transformado bastante.
Esta es mi versión:
En el tiempo en que a Rusia llegó la electricidad, había un joven obrero que vivía en lo que acá conocemos como cité. Muchas piezas mal ventiladas, con una puerta que da a un pasillo, sin puertas ni ventanas. El lo consideraba su hogar. Si bien pobre, el disfrutaba sobre todo de su diván, donde descansaba cada tarde después del trabajo. Todos en ese conventillo, en sus celdas oscuras, se iluminaban con velas sebosas y para él, ante la escasa luz, su pieza era su palacio.
Cuando llegó la electricidad, a cada pieza le pusieron una buena ampolleta. Fascinado por la novedad, la encendió apenas volvió ese día de su trabajo. Lo que vio lo dejó trastornado: Su pieza no era más que un cuchitril sucio, a medio camino de convertirse en una pocilga. Ya que al día siguiente le tocaba descanso, se dedicó a blanquear las paredes con cal y a hacer una profunda limpieza. Sacó basura, extermino bichos, baldeó el piso. Su precioso diván era una sucia calamidad desvencijada, pero con un poco de ingenio, harto trabajo y unos géneros que consiguió, lo puso presentable. Al final del día, había recuperado lo que la iluminación le había quitado. Un hogar. Ahora más limpio y decente, claro.
Esa noche la conversación con su vecino giró sobre el cambio que había traído a sus vidas este invento. Sólo que su vecino, que había tenido una experiencia de revelación semejante a la de él, contó que había decidido desconectar la electricidad de su pieza. Había visto que estaba viviendo en condiciones muy deplorables y que en realidad estaba mejor sin verlas.

Sin pretender ser una luz muy potente, eso queremos: Mostrar lo que pasa, a la luz. Que menos, sobre todo en un lugar tan luminoso como es este.

Y no pretendemos ser un foco potente, estable, magnífico, cuya sola presencia ahuyente todas las oscuridades y tinieblas. No. Sólo una luz un poco mejor que las que existen actualmente.

Ese es el papel que elegimos en la historia de esta localidad.

Pero claro, usted que lee esta revista, es quien decide que hacer con eso.

Siempre puede apagar la luz.

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