El respeto por las comunidades atacameñas

Envie este Recorte Version de impresion de este Reportaje Publicado el 12 de agosto de 2022 Visto 356 veces
Mirta Solís Cenzano, presidenta de la comunidad indígena atacameña de Catarpe.
Fuente:
La Tercera

Este ¿Reportaje?  ¿Elegía? ¿Comercial? Forma parte de un texto mayor, llamado “El litio paso a paso: del salar de atacama a tu celular”. Pero nos pareció demasiado relevante para que se perdiera, al fondo y quisimos destacarlo. Sobre todo para reflejar nuestra admiración por los dirigentes indígenas atacameños.

“Catarpe es un valle mágico, muy especial para mí”, dice Mirta Solís Cenzano, presidenta de la comunidad indígena atacameña de Catarpe, una zona de 27 mil hectáreas situada a cinco kilómetros al norte del pueblo de San Pedro de Atacama, y lo cruza el río del mismo nombre. En este lugar se encuentran vestigios arqueológicos de un antiguo centro de administración Inca, donde se organizó la conquista del valle de Copiapó, un siglo antes de la llegada de los españoles.

La familia de Mirta siempre ha habitado en este lugar, un oasis con grandes chañares dando su sombra. Su abuela -relata- “antes de morir me hizo el encargo de cuidar el valle”. De ahí que su objetivo como dirigente indígena es mejorar la calidad de vida de su comunidad, dando un paso al desarrollo: “Nosotros, los que estamos en esta época, nuestra mejor calidad de vida significa tener agua potable, energía eléctrica, tener también un computador, y eso no quita que dejemos de ser indígenas. Esas cosas no estaban, y por eso la juventud emigra”.

Estos avances han sido posible gracias al diálogo entre Albemarle y las comunidades. Mirta se refiere al convenio suscrito en 2016 entre la compañía y el Consejo de Pueblo Atacameños, que reúne a 18 comunidades pertenecientes el Área de Desarrollo Indígena de Atacama la Grande, con una población aproximada de 6.500 habitantes. Se trata de un acuerdo voluntario, de propia iniciativa de la compañía estadounidense, mediante el cual la empresa dispone del 3,5 por ciento de sus ingresos anuales producto de la explotación del litio en la zona.

Estos recursos han permitido a las comunidades acceder a nuevos sistemas de agua potable, a la construcción de la primera planta fotovoltaica, la instalación de paneles fotovoltaicos en viviendas en el 50 por ciento de las comunidades, reduciendo la dependencia del diésel para los generadores. También se han otorgado 350 becas para estudiantes; la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales, y a la construcción de una sede comunitaria en Catarpe.

“La sede antigua era bastante chica, y ahí hacíamos nuestras reuniones y manifestaciones culturales. Pero en 2016 fue afectada por las lluvias y la crecida del río. Tuvimos que reunirnos en una sombrilla, pero hacía mucho frío en invierno, y mucho calor en verano”, cuenta Mirta.

Entonces, a partir de esa necesidad se fue gestando la idea de una nueva sede, pero mucho más amplia (650 metros cuadrados, dos pisos) y con las características adecuadas para soportar las inclemencias de las lluvias del verano y el frío del invierno.

“La comunidad estuvo de acuerdo y mediante el convenio con Albemarle pudimos levantar esta sede con recursos de tres años, pero sin dejar de implementar otros proyectos agrícolas, de energía y sociales”, señala la dirigenta de Catarpe.

“Si los recursos de la minería están acá, eso debe ser compartido, porque nosotros sentimos que estos territorios son nuestros”. Sobre el impacto en los hogares indígenas que representa, sostiene que “hemos hecho proyectos para, por ejemplo, tener energía solar a 220 voltios, que le permite a las familias tener un televisor y un refrigerador para conservar sus alimentos. Y eso es un gran desarrollo”, concluye Mirta Solís Cenzano.



Fuente:
La Tercera

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