Octubre es también el mes cuando, ahora, los alemanes celebran sus nuevas fiestas patrias. Evocan su reunificación tras la caída del muro de Berlín en 1989. ¿Qué tiene que ver con nosotros? Nada, prácticamente.
Pero cuando visité esa ciudad, recorrí lo que alguna vez fue ese odioso muro, esa frontera entre dos países que bien podían ser uno solo, como ahora. Y cada tanto encontraba en el suelo una plaquita con una leyenda que recordaba a una persona, con su nombre y apellido sobre las fechas de nacimiento y de muerte, asesinada en esos intentos de huir de la opresión, o por un intenso deseo de reencontrarse con sus parientes o amigos.
Y perdí la cuenta de cuántas “animitas” permanecen ahí a lo largo de kilómetros recordando ese oscuro periodo de historia no solo de Alemania sino de la Guerra Fría que también nos dividió en nuestro continente, en nuestro país.
Y mientras hacía ese extraño recorrido a través de la infamia me preguntaba si había un símil así de franco, por ejemplo, en la frontera de Laredo.
¿Cuántos mexicanos muertos tratando de alcanzar el territorio del sueño americano sin que nada los recuerde? O más cerca, ¿cuántos chilenos, bolivianos, peruanos, no han hallado la muerte en esos trances fronterizos? Y por último, ¿cuándo los militares chilenos tendrán un gesto de verdaderos hombres y reconozcan con nombres y apellidos al compatriota asesinado y el lugar exacto donde escondieron los restos?
Los alemanes, después de la barbarie, están en otra posición, conscientes de la responsabilidad política que les cabe frente la historia universal, conviviendo en sus diferencias bajo un lema común: NiewiederKrieg. Nunca más la guerra.
Hoy pueden ser los campeones mundiales del fútbol y por ningún motivo se les ocurriría celebrar el triunfo de un solo partido con desmanes callejeros ni quemando buses en señal de euforia. Han ganado el premio Nobel en Ciencias y Literatura, pero no se complacen sino ejercen su espíritu crítico. Gunter Grass, Nobel de Literatura en 1999, salió a la calle a protestar por el uso del espacio aéreo alemán cuando bombardeaban Sarajevo en los 90s.
Y mientras escribo esto estoy escuchando a Roger Waters en su concierto de “The Wall”, “El Muro”, precisamente en Berlín en 1990, y coreo ese verso que dice “together we stand, divided we fall”, algo así como “juntos nos ponemos de pie; divididos, caemos”. No niego que me dan ganas de sumarme a la fiesta de la cerveza y brindar por el simple hecho de estar vivo en una relativa unidad con todo el mundo. Prosit!