Conversando con un comunero, con el que negocié una melga de pasto para sus animales, llegamos al tema de la rentabilidad del trabajo agrícola. El tenía muy claro que esto no es para nada beneficioso y, al contrario, es una perdida de tiempo y dinero, y en ese sentido estaba de acuerdo conmigo. Pero su argumentación iba por el lado de la preservación de la tradición. Más que argumentación era reproche hacia mi mirada mercantilista, claro.
Es una buena persona este amigo, pero por más que a mi me gustaría preservar tradiciones, ni siquiera podemos referirnos a necesidades, sino a posibilidades. La verdad es que al menos en mi caso, trabajar la tierra es un lujo imposible.
Ya hace un par de años, un asesor que vino a ver mi terreno, en la época que yo tenia cierta intención de trabajarlo, me recomendó que plantara algunos árboles, lo pusiera bonito y luego lo vendiera lo mas caro posible, y si me interesaba de verdad la agricultura, me comprara una parcela en algún lugar al sur de la Serena. De hecho respaldó sus palabras con hechos, porque poco después se fue de San Pedro.
Incluso yendo un poco más lejos en el tiempo, debo recordar una conversación con otra asesora, cuando yo recién había llegado a San Pedro y tenía la ingenua intención de colocar un sistema de riego tecnificado. Me desalentó, diciendo que en realidad el gobierno, que tantos recursos ha puesto en la zona, no iba a gastar en experimentaciones y tecnologías avanzadas, porque tampoco les parecía posible que en esta zona la agricultura se desarrollara como una alternativa productiva real.
Luego, he conocido a mucha gente, algunos admirables en sus esfuerzos, pero siempre me queda claro que esta tierra no es muy generosa y que en general uno pone dos para sacar uno. A eso sumémosle la dificultad para encontrar gente que trabaje. Ya no quedan muchos peones. Y es obvio, se gana mucho más en el turismo.
Tradición. Ese es el único argumento que encontramos al final de cualquier discusión sobre el tema. Nuestros abuelos vivían de la tierra, y no podemos dejar eso. Algo que tiene que ver con la identidad, parece, pero esa es otra historia.
Un amigo cínico me dijo “hey, si llueven limones, hay que hacer limonada. Olvídate de la agricultura, construye algunas cabañas y dedícate al turismo”. Quizás si solo fuera cosa de dinero, esa sería la mejor respuesta.
Mientras, la danza de millones sigue y a veces es un poco indecente.
No pude instalar mi sistema de riego tecnificado, que costaba 7 millones, porque el gobierno no financiaba esas cosas. En cambio, ganamos un concurso para mejorar la canalización intrapredial, haciendo todos los canales de cemento y las compuertas de acero. Un total de 25 millones. 3 de los cuales se los gana el asesor que desarrolló el proyecto.
Es decir, para un sistema reconocidamente ineficiente - pregúntenle a los israelitas - hay plata, y mucha. Para un sistema eficiente, no.
Si esto tiene algún sentido para ustedes, me gustaría saber cual es.