Guerra del Agua

Envie este Recorte Versión de impresión de esta Opinión Publicado el 15 de noviembre de 2012 Visto 602 veces
Los Pueblos Andinos son muy similares, parecidos, casi iguales… aunque a veces se nos dificulta por miopías y astigmatismos absurdos, reconocernos en el otro y hasta en nosotros mismos… 
Cochabamba estrenaba el primer mes del siglo XXI con una serie de protestas sociales incontenibles.  El entonces presidente de Bolivia y también dictador Hugo Banzer – uno de los obedientes verdugos del Plan Cóndor-  decretó el estado de sitio en la ciudad.  Nada que no fuera bala, policía o lacrimógena entraría a la ciudad.  Nada que no fuera muerte saldría de la ciudad.
Cochabamba no se rindió, en actos de genuina y pura democracia se convocaron y  participaron en masivos cabildos abiertos.  Se reunieron sindicatos, comités de regantes, profesionales, maestros, transportistas estudiantes, comunidades originarias. Juntos decidieron defender y restituir sus derechos.  Se intensificó la protesta, los manifestantes se multiplicaron, se tomaron plazas, calles y por todas partes se levantaban barricadas.  La ciudad se convirtió un campo de batalla contra el descaro y la opresión.  Después de cuatro meses de militarización, lucha, piedra, muertos, heridos, asfixia, llanto… el triunfo lo alcanzó la gente.
Pero ¿cuál fue el detonante de la ira popular en Cochabamba? El agua es la respuesta. 
En fiel seguimiento de los planes neoliberales, el gobierno de Bolivia, decretó la privatización del agua.  Bechtel, una megaempresa con oficinas principales en California, multada en New Hampshire por contaminar agua y dedicada entre otras cosas a la construcción de plantas nucleares, recibió casi de regalo las aguas de toda Cochabamba, de todo el Valle Central de Cochabamba, incluida la de la lluvia.
Toda el agua potable, no potable, pura, impura, sucia, limpia, caliente, fría, fecales, negra, blanca y hasta el más insignificante charco de la calle le pertenecía a un consorcio privado creado por Bechtel que quiso parecer más local y se puso el pintoresco nombre de Aguas Tunari.  Como suele suceder en estos casos, la compañía o el gobierno (aúno no se sabe) elevaron de inmediato los precios de la tarifas.  Fueron aumentos exagerados, algunos alcanzaron hasta el 150% que desangraban a muerte los frágiles ingresos de miles de familias.  Eran tarifas impagables, las personas  se encolerizaron aún más cuando el gerente de la empresa, un tipo llamado Thorpe (léase Torpe) declaró que: “La única forma de tener agua es pagando”.  La cólera y el hastió de tantos siglos de sufrimiento e injusticia estallaron en tal  magnitud que los refinados ejecutivos de la empresa tuvieron que escapar de Bolivia, el excelentísimo Hugo Banzer poco tiempo después -hizo tal vez el único acto digno de toda su vida- renunció a la presidencia, dos años después de las protestas, murió de cáncer.  Pero lo más importante es que en tan sólo cinco meses, el  contrato que regalaba el agua a la empresa Aguas Tunari se volvió papel inservible y el agua no se privatizó. 
La película “También la lluvia” desde la ficción, muestra un poco algunos aspectos de la muy cruda realidad de lo que fue la Guerra del Agua.
Ha pasado un poco más de una década del siglo XXI, pero continúan con vigor las amenazas de perder el agua, toda el agua.  La sombra sedienta de agua, pero sobretodo de plusvalía se posa casi en el mismo escenario, una vez más es la cordillera de Los Andes, pero en esta ocasión es más hacia al desierto, en un pequeño pueblo originario, descendientes de pastores, arrieros y campesinos que lleva la pesada carga de ser la capital turística, arqueológica y celestial de Chile.
“¿El agua?” es la pregunta que preocupa a los campos del Salar de Atacama. 
Un grupo de personas con hermosas caras blancas de colonizadores ( 1 ) han llegado para hablarnos en confundidas palabras sobre el agua.  Lo único que se puede intuir -si se tiene algún conocimiento de alquimia- es que están cargadas de buenas intenciones, por lo menos en apariencia.
El objetivo de estas ilustradoras visitas es “definir alternativas de mejoramiento de riego en la zona de San Pedro de Atacama…” No sabía que nuestro sistema de riego había que mejorarlo.  Nadie de los que han regado por años en los ayllus me ha dicho que el sistema es malo.  Pero lo que sí dicen, es que las personas tienen una zozobra constante, es un temor hacia el futuro, presienten que las mineras se pueden apoderar del agua; notan que cada lejano día de riego viene menos agua que antes, algunos sospechan que las mineras de la zona tienen algo que ver, la mayoría está convencida que las mineras están secando las fuentes de agua; hablan que por la escasez de agua se siembra menos; que cada vez el agua viene más turbia, tal vez son los despojos del turismo que van a parar en nuestros campos de choclos; que sus hijos tienen pocas oportunidades porque sienten que su educación fue deficiente; que están fastidiados de los altos precios y tarifas en el pueblo como si también ellos fueran adinerados turistas; que la cultura y sus tradiciones se les pierde, se les va para siempre… y todo eso gracias a que son la Gran Capital de los extraños en su propia tierra.
Sin embargo estas indescifrables empresas consultoras, siguiendo el discurso de la modernidad occidental, hablan de embalses e hidroeléctricas en que prometen potenciar, aumentar, generar… los campos de la agricultura.  Una importante cantidad de personas y en especial regantes, considera que estos complejos proyectos sólo beneficiarán a las mineras que esperan clavar sus dientes sobre más fuentes de agua en el territorio atacameño.  Es posible que estos discursos no sean más que confeccionados eufemismos para en realidad decir: “nos quedaremos con toda el agua en embalses, por cierto, incluida la lluvia…”
Desde 1879, siguiendo una guerra en que la mayoría de muertos fueron quechuas, aymaras y atacameños -sobre la sangre de ellos- se instalaron las muy queridas empresas mineras, siempre insaciables de agua.  Primero fue el salitre, después el cobre, ahora el litio.  Pero su presencia viene desde mucho antes.  Han transcurrido 520 años de pesada carga sobre los hombros las Naciones Originarias soportando a la Conquista.
La Conquista no ha terminado, sigue el mismo camino.  Vivimos en un Estado que le sirve a las megaempresas, y por el contrario, no está muy interesado en convivir en armonía con el pueblo atacameño.  Somos un territorio conquistado y colonizado.  Las ganancias que producen estos grandes negocios van a parar a la Bolsa de Valores de Londres, Nueva York o quién sabe dónde, así mismo como las riquezas saqueadas iban en galeones hacia La Real Casa de Contratación de las Indias en Sevilla y después a las bóvedas de ricos bancos europeos.  La abundante cantidad de minerales que extraen por encima o por debajo de la Pacha Mama, vuelven en forma de productos acabados como baterías para celulares o alambres de cobre, así mismo como la plata de Potosí le daba la vuelta al mundo y volvía en objetos de lujo.  Siguen asesinando, ahora por el olvido o la asimilación hasta llevarnos a la extinción.  Mucho no ha cambiado en cinco siglos. 
No hay razones lógicas para aceptar lo que dice una consultora privada en un territorio ocupado por mineras privadas, cuyo afán y existencia es obtener ganancia individual, -a toda costa- sin responsabilidad individual( 2 ).  Pero nuestra filosofía y modo de vida, es muy distinto a lo que hechos han traído, a lo que han impuesto.  A lo que ellos llaman recursos, en Los Andes se le considera parte de la Pacha Mama.  El agua no es un simple bien que se le puede poner un signo de dólar.  El agua es vida y genera vida, es parte de un ciclo de reciprocidad.  La vida es lo más preciado que tenemos en todas sus formas, ya sea en una gota de agua, en una semilla maíz o en una persona y entre todas hay una interacción.  En el agua va la vida de la Tierra y de los que vivimos en ella.  “El agua es la sangre de la Tierra” dicen los “viejos” en Atacama, lecciones ancestrales que no es prudente olvidar.  El agua no está concebida para ser el soporte de la mega explotación minera, generar contradictorias ganancias, en que pocos ganan muchísimo y muchísimos no ganan nada y llevarnos hasta el consumo final.  El choque de culturas continúa: el encubrimiento contra los invisibles.
A veces nos recuerdan, los programas de instituciones y empresas en ocasiones nos regalan migajas, reflejadas en talleres, cursos, un balón de fútbol y promueven curiosas artesanías y música…,( 3 ) tal vez para presentar una cara amigable, a lo mejor creen que de eso sobrevivirán los “indios” en este mundo post moderno en que todo ser tiene asignado un rol robótico. Al parecer los indios sólo sirven para el turismo y sus territorios para  la extracción.  Pero los andinos, los originarios viven en esencia de su apego y amor a la Tierra, de cómo es representada y los elementos que la componen, porque somos parte de ella.  Existe un largo y fuerte lazo inmemorable con la Pacha Mama, es un vínculo como el de la madre hacia su hijo.  Si nos quitan el agua o aumentan las tarifas de agua, significaría la rotunda sentencia de muerte a la cultura atacameña en San Pedro de Atacama.  Sin agua no habrá la tradición del ciclo de siembra ni cosecha, sería el adiós a los pocos campos verdes que quedan, los únicos árboles serán los de plástico en los hoteles y los atacameños sólo pasarán a ser un recuerdo.
Tal vez, bien vale la pena una guerra tan intensa o más que la vivida en Cochabamba  para recuperar el derecho de existir y no desaparecer humillados, olvidados y borrados del planeta.  Pero tal vez, no haya que llegar a esos extremos, tal vez, con un simple no sea más que suficiente, tal vez volver a mirar la tradición e identificar lo que somos y lo que significamos es lo que necesitamos para mantenernos, reconocernos en el otro y en nosotros que somos culturas andinas, regresar a nuestros principios que se reflejan claros en la minga, en la torna, en la familia, en nuestras leyendas y que esa sea la base de nuestro actuar.
La avaricia capital no puede desaparecernos, nos han quitado agua, tierra, cultura, pero no nos pueden quitar la esperanza de ser libres. 
Que no vengan tutores a “guiarnos” como ocurría en la colonia porque pensaban que no teníamos alma o que éramos como animales, que no vengan empresas consultoras a decirnos qué hacer a los atacameños, un pueblo que ha sobrevivido por milenios las sequías, sus guerras imperiales e invasiones.  Atacama posee el innegable derecho a decidir por su propia voluntad como vivir en su territorio.
Ante la situación que vivimos y nos preocupa, sólo quisiera recordar las elocuentes palabras de Juan Carlos Aduviri quien interpretó a Daniel en “También la lluvia”, me parece que de alguna forma representan el sentir de muchos en el Salar de Atacama.
“Compañeros: ¿Qué más nos van a robar ahora?  ¿el vapor de nuestro aliento?  ¿el sudor de nuestra frente?  ¡Pues yo les digo que todo lo que van a conseguir de mí, es una buena meada…!

1 Nótese que el comentario no es racista, mi muy agudo sentido de la estética corrobora mis observaciones.

2 Como bien diría Ambrose Bierce para definir lo que es una Persona Jurídica.

3 No se interprete que me oponga al desarrollo cultural de los Pueblos.

Jorge D’Orcy
Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan. 
Bierce, Ambrose.  Diccionario del Diablo. 
Sinónimos: Indio, indígena, cholo, nativo y cualquier otro grupo originario.
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