Y estamos en crisis. Los siguientes cuatro años serán decisivos no para nuestro futuro, sino para saber si es que tenemos un futuro. El tema del agua no es sólo un inconveniente. Es un desafío vital, un desafío de sobrevivencia. Ya estamos instalados en el sobrevivir, y esperamos que alguna (o idealmente todas) de las actuales candidaturas se haga cargo de eso. Pero de verdad cargo y no como una maniobra electorera. El tiempo corre, y corre en nuestra contra. En un día no muy lejano, considerando la larga historia de este territorio, puede que termine por acabarse el agua. Claro, quizás seguirá lloviendo y algo del agua perdida en la minería se recuperará. La naturaleza es mucho más resilente que el hombre. Pero cuando ese día llegue, ¿quien se va a animar a repoblar este territorio, que por largo tiempo habremos abandonado?
Este abandono del territorio es algo que ya está comenzando.
Lo abandonamos cuando dejamos que se rapiñe impunemente nuestros recursos, sin hacer realmente una oposición digna de ese nombre.
Lo abandonamos cuando en el discurso decimos defender el patrimonio y en los hechos solo nos interesa lucrar con ese patrimonio.
Lo abandonamos cuando sólo queremos acordarnos de nuestros derechos y no consideramos ninguno de nuestros deberes para con nuestra estirpe y nuestra herencia.
Lo abandonamos cuando hacemos lo mismo que criticamos en las grandes transnacionales, aunque sea en la pequeña escala de nuestros negocios. Porque si sólo nos interesa agarrar lo que más podamos ahora y arrancar a tiempo ¿En que nos diferenciamos de una empresa minera?
Si creemos que el dinero es lo más importante, ¿Por qué sorprendernos cuando viene un pez mas grande y nos devora? ¿Acaso no haríamos lo mismo si pudiéramos?
Más allá de la retórica, no sólo de los candidatos, sino de las autoridades que actualmente nos gobiernan, en todos los niveles del estado, hay una inmovilidad fundamental que se hace más patética mientras más inauguran infraestructuras, en cada cinta que se corta hay una burla a la verdadera esperanza, porque si no hacemos algo, finalmente todo eso quedara desocupado. NO va a haber niños que jueguen en esas canchas... se habrán ido en busca de mejores horizontes...
Más allá de cualquier retórica, recuerden que ninguna de esas autoridades viven aquí, ni tampoco los grandes empresarios. Cuando esto se acabe, ellos, como todos los años, se van a ir a tomar vacaciones a cualquier otro lado, excepto a lo que quede de San Pedro de Atacama.