Soy Alexis Romero, originario de la comunidad de Solor, donde también tengo el honor de ser presidente. Mi historia personal no es distinta a la de muchos de mis hermanos y hermanas comuneros. Crecí en el seno de una familia atacameña que me enseñó a valorar y respetar nuestra cultura milenaria.
Mis abuelos fueron fundamentales en mi aprendizaje sobre nuestra cosmovisión andina. De ellos aprendí el amor y el respeto por la Patta Hoiri (Madre Tierra), así como la comprensión de que habitamos un territorio de belleza única, pero también de una fragilidad que nos impone el deber de protegerlo. Hoy presido el Consejo de Pueblos Atacameños-Lickanantay, y es mi deber hablar desde este lugar que ocupo con orgullo y responsabilidad.
El CPA es una organización con más de 30 años de historia que representa a 18 comunidades atacameñas. Nuestro propósito principal es trabajar por la unidad de nuestro pueblo, preservando nuestra cosmovisión y nuestras formas de vida ancestrales. Esta misión incluye, de manera esencial, la protección del medio ambiente y los ecosistemas que nos rodean, elementos vitales para nuestra supervivencia cultural y natural.
En este contexto, la extracción de litio en el Salar de Atacama ha sido una de las mayores amenazas que enfrentamos. El impacto social y ambiental de esta actividad es mucho más profundo de lo que se percibe desde fuera, donde solo se habla de los beneficios económicos. La extracción afecta gravemente la biodiversidad de los salares y la disponibilidad de agua, lo que pone en riesgo nuestras prácticas agrícolas y ganaderas, pilares fundamentales de nuestra cultura. Cada vez es más difícil mantener a los animales y cultivar la tierra, lo que afecta no solo nuestra economía familiar, sino también nuestras formas de vida milenarias, las mismas que nuestros abuelos nos transmitieron con orgullo.
En este contexto, como presidente del Consejo, mi rol es ser parte activa de una organización que trabaja incansablemente para proteger nuestro territorio y nuestras comunidades de los efectos negativos de la producción de litio. Y en esto quiero ser enfático: el Pueblo Atacameño no es, ni será, parte de esta producción. No somos socios ni aliados de ninguna empresa extractiva.
Desde el Consejo, nuestra labor se enfoca en promover la unidad de las comunidades, alzar una sola voz que defienda los territorios ancestrales y denunciar los daños evidentes que esta actividad ha causado en los ecosistemas, un hecho que constatamos continuamente a través del trabajo de nuestra Unidad de Medio Ambiente.
La escasez hídrica generada por la extracción de litio es un tema particularmente complejo y doloroso. La agricultura y la ganadería son actividades milenarias que forman parte de nuestra identidad, y no puedo imaginar una Atacama La Grande sin estas prácticas. Sin embargo, nuestras formas ancestrales de vida están en serio riesgo de desaparecer debido a la falta de agua.
Frente a este escenario, desde el Consejo de Pueblos Atacameños hemos definido tres principios fundamentales: (1) no ser socios ni parte de la producción de litio, (2) promover la unidad de nuestro territorio y (3) ocupar todos los espacios donde se tomen decisiones que puedan afectar nuestras comunidades. Es nuestra responsabilidad llevar la voz de nuestro pueblo a todos los ámbitos de discusión y decisión relacionados con el litio, siempre en defensa de nuestra tierra, nuestra cultura y nuestra gente.
Entendemos la importancia de la transición energética como herramienta para combatir el cambio climático. Sin embargo, nunca aceptaremos que el progreso de un país o del planeta, por noble que sea su propósito, se construya sobre las ruinas de un pueblo y de su ecosistema. El Salar de Atacama no es solo un recurso económico; es el corazón de nuestra cultura, el eje de nuestra espiritualidad y el sustento de nuestras vidas.
Seremos siempre la voz de la Patta Hoiri, esa Madre Tierra que sufre en silencio mientras los ríos del Desierto de Atacama se convierten en cicatrices sobre su piel. Estas cicatrices nos recuerdan que allí, alguna vez, floreció la vida. Mi compromiso, y el del Consejo que presido, es trabajar incansablemente para proteger esa vida y para asegurar que las futuras generaciones de atacameños puedan heredar un territorio en equilibrio, donde la cultura y la naturaleza sigan siendo una sola.
Ese es mi compromiso y el de muchos que nos antecedieron hace treinta años cuando fundaron el CPA soñando con un pueblo unido, capaz de superar sus legítimas diferencias para construir, en unidad, un proyecto común. Un proyecto guiado por nuestra cosmovisión, nuestras formas de vida, nuestra cultura y nuestros territorios.
Por eso hago un llamado a todos y todas para reivindicar los anhelos de quienes dieron vida a esta organización: trabajar por un pueblo unido, con un objetivo común que represente a todos y que resguarde nuestra cosmovisión y formas de vida. Es mi deseo y el desafío para el año que viene.
Estoy convencido de que la existencia del ser humano solo es posible en equilibrio con la naturaleza, especialmente con la puri, con el agua. Entender el lenguaje de la naturaleza —cómo hablan los ríos, el viento, los árboles; comprender el gruñido de los volcanes y lo que el manto de estrellas nos dice en las noches andinas— es la verdadera sabiduría de nuestro pueblo.
Que venga un buen año 2025 y que sea en buena hora .
"La existencia del ser humano solo es posible en equilibrio con la naturaleza, especialmente con la puri, con el agua. Entender el lenguaje de la naturaleza —cómo hablan los ríos, el viento, los árboles; comprender el gruñido de los volcanes y lo que el manto de estrellas nos dice en las noches andinas— es la verdadera sabiduría de nuestro pueblo".