El acto poético de vender libros en medio del desierto

Diego Álamos es el dueño y fundador de la única editorial y librería de San Pedro de Atacama. Un refugio cultural que acerca la lectura hasta el rincón más seco del mundo con historias inspiradas en la cultura local.

Envie este Recorte Version de impresion de este Reportaje Publicado el 27 de julio de 2019 Visto 290 veces

A unos 5 kilómetros del centro de San Pedro de Atacama, en el Ayllu de Solor, un letrero metálico gastado por el tiempo y la fuerte radiación norteña indica con una flecha la dirección que lleva hasta la Librería del Desierto. En el camino de tierra y polvo el paisaje se va mezclando con una vegetación que parece un milagro en un desierto famoso por ser el más seco del mundo.

Es la mañana de un domingo de otoño y en este oasis atacameño el sol brilla con fuerza y la temperatura llega a los 23 grados centígrados. En el frontis de una casa, se instala un quiosco de madera revestido en barro, un par de mesas, unas sillas repartidas y una tetera humea junto a tres tazas. Diego Álamos, dueño, escritor y editor, sirve el té mientras comenta que este espacio de 8 por 2 metros cuadrados fue pensando para mantener una estética coherente con el lugar que lo acoge.

“Antes, San Pedro de Atacama estaba muy aislado, por lo que la gente se guardaba todo, incluso los barriles de metal viejos. Nuestra estética se inspira en eso: hemos recuperado cerca de aquí y reciclamos objetos que ya no se utilizan. Definen la identidad de este espacio”, explica Diego Álamos, el librero. “Necesitamos mostrar, a través del paisaje, la historia de estos lugares”, añade antes de servir el té. Por eso, además de los libros, visitar la Librería del Desierto puede incluir un recorrido guiado para conocer la agricultura y costumbres de la región.

Álamos, de sonrisa tímida y hablar pausado, estudió Filosofía y luego se especializó en edición.  Por motivos familiares, hace 7 años llegó a San Pedro de Atacama desde Santiago, donde tenía la editorial Chancacazo, se había auto publicado y era el vicepresidente de los editores de Chile.

Dejó esa vida literaria para comenzar desde cero con Ediciones del Desierto, en un rincón del país donde no existía ninguna librería, pero que al mismo tiempo tiene una historia cargada de iniciativas culturales que lo convierten en un lugar tan aislado como peculiar: antes que un centro de salud o el correo postal, la primera institución de San Pedro de Atacama fue el museo Gustavo Le Paige.

Álamos cuenta que había visitado la zona en dos ocasiones, en viajes de juventud con mochila al hombro, pero no sintió mayor atracción por el lugar. “San Pedro tiene distintas lecturas”, dice. Y fue en esa última lectura donde pensó que instalar una librería, además de una editorial, sería también un acto poético.

En un país en que la mitad de las librerías están en la capital, acercar la oferta literaria a los lectores de regiones es toda una proeza, pues además del IVA que encarece su costo, los libreros no tienen acceso a la distribución gratuita de la que gozan sus pares en Santiago, sino que deben pagar por el envío, lo que encarece el precio final, transformándolo incluso en un producto prohibitivo.

Diego Álamos cree que el poco acceso a la lectura pasa por un tema de percepción. “Creo que más que atacar el IVA, porque es muy difícil, habría que atacar la percepción, porque está esta barrera de compra. Hay cosas que son súper caras pero la percepción no las cataloga como caras, como los celulares, por ejemplo, que son carísimos y la gente está dispuesta a pagar igual”, dice seguro.

Y en esa búsqueda por cambiar la percepción, el espacio que alberga un catálogo propio y de otras editoriales apunta a la identidad local, lejos de los best sellers, pues Álamos ha observado en su clientela un interés genuino por los mitos, leyendas, historia y cultura local que inunda al gran desierto y sus paisajes lunares. “Aquí la gente no anda buscando el último libro de Isabel Allende, sino que busca conectarse con el territorio. Al parecer, la gente aquí entra como en un campo magnético que se cierra y trata de descubrir este territorio”, asegura el editor.

Quizá por lo mismo, la historia de la Librería del Desierto se ha ido construyendo mirando hacia dentro, al entorno, a lo propio. Aunque su fundador admite que partieron un poco erráticos, en estos 5 años de existencia el proyecto ha apuntado a autores locales. La novela Las lunas de Atacama, de Andrea Amosson, ha sido un éxito y se llevó el International Latino Book Awards en Estados Unidos, un reconocimiento que han recibido autores como Isabel Allende o Mario Vargas Llosa. Pero más allá del premio, Las lunas de Atacama confirmó que la apuesta por autores e historias locales vale la pena. “Como la gente está de viaje también quiere llevarse un pedazo de San Pedro, genera mucho interés por el Valle de la Luna y el Desierto de Atacama, entonces se hace una mezcla, pues la gente queda conmocionada e interesada”, dice Álamos, con orgullo.

En ese camino identitario, esta temporada la librería estrena el libro infantil La llamita y el niño, de Colomba Elton; y Julián Colamar Recuerda. Un testimonio atacameño, de Pablo Miranda Bown. Un espacio que más allá del cliché se ha convertido en un oasis debido a la deuda que tienen las políticas de fomento a la lectura y que hasta antes de que Diego Álamos decidiera dar vida a su editorial, confirmaban el abandono de los lectores y escritores que habitan entre el suelo árido y las estrellas de Atacama.



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