Para muchos, llegar a Kunza Raymi no fue fácil. La primera piedra de tope la presentaban los valores del ingreso, los que iban de 45 mil hasta los 90 mil pesos, poniendo una difícil pero no imposible misión para los cientos de jóvenes que se vieron atraídos por la mega fiesta del desierto.
A esto se sumaba además llegar a la localidad de San Pedro de Atacama, cuna del turismo del Norte Grande a unos 100kms al interior de Calama. En términos de pasajes, 15 mil pesos por lo bajo, sumando hasta el momento un total de 60 mil pesos como mínimo para presenciar lo que prometía ser un evento único.
El duro camino del fiestero
No obstante, el tonelaje de salvedades para participar en la tendenciosa fiesta, no paraba ahí. Dentro de las recomendaciones para los 3 días de fiesta estaba la de llevar alimentos preparados o ni perecibles, prohibiendo así el ingreso de cocinillas. No obstante, fueron muchísimos los campistas que solo llevaron dinero para comer en la prometida barra con "comida típica de la zona", lugar que jamás existió en el camping, teniendo que aguantar gran parte de las jornadas con lo poco y nada que trajeron. Esto fue seriamente encarado por quienes concurrieron al lugar, esto debido a la negativa por parte de la organización de permitir la salida de campistas para ir a comprar al pueblo.
Sin ir más lejos, el notorio colapso que presentaron los servicios higiénicos y de acumulación de basura, denotaba la mala logística que tenía la organización para mantener intacto el hermoso paisaje. No obstante, el alcohol todo lo puede, y luego del gran esfuerzo que significó llegar contra viento y marea al desierto de Atacama, ya nada de esto les puede aguar la fiesta.
Tras el escenario
La otra cara de la moneda se vivió tras el escenario principal, precisamente donde se ubicaba Producción y Staff del evento, y en donde quienes trabajaban en seguridad y servicios de la fiesta hacía evidentes muchos de los hechos que confirmarían la inexperiencia de quienes organizaron el festival.
Para la cantidad de trabajadores que tenían a disposición, los solo 2 baños químicos que se disponían para el uso del personal no superaron su primer día hasta quedar completamente inutilizables. Asimismo, diferentes medios presentes mostraron su descontento debido a la falta de enchufes y servicios para quienes cubrieron el evento, alegando la falta de profesionalismo con la que se tomó la presencia de periodistas en el lugar.
No fue sino hasta el cierre de la segunda noche, cuando la abrupta bajada de 3 grupos de Antofagasta, siendo estos desplazados del certamen para dar lugar al grupo andin-electrónico Matanza. Estamos hablando de Mística Show, Candombe de Mi Awelo y Bamba Ré, quienes se mostraron indignados luego del numerito de la productora, alegando el retraso de más de 4 horas de la prueba de sonido. "Nos bajaron del escenario sin dar explicaciones, y aún ni siquiera nos pagan", denunció Ignacio Peralta, miembro del grupo Bamba Ré. "Solo hay un acuerdo de palabra", agregó preocupado otro miembro del grupo excluido.
El lucro en la gestión cultural del Norte
El caso de las bandas marginadas de la fiesta multicultural, despierta dudas respecto a la libertad en que operan varias productoras del país. La poca fiscalización de salubridad y autoridades durante este tipo de eventos, dan un ambiente propicio para pasar a llevar contratos, publicidades y promesas que nunca son cumplidos. En definitiva, para gran parte de estas productoras, la enorme labor de generar gestión cultural en la región, no es más que un nicho de negocios que han sabido explotar con fiestas playeras y ambientes andinos, pero que en cuya falsa multiculturalidad, solo encontrarán el rechazo de quienes realmente tienen ojo crítico frente a quienes usan los términos indígenas como algo meramente lucrativo.
Solo queda que la opinión pública se manifieste ante tan desvergonzada manera de hacer dinero, teniendo la esperanza de que la masa crítica no se haya diluido bajo el sol de San Pedro de Atacama.