Son las siete de la mañana y el sol disipa rápidamente un frío inicio de jornada en Santiago de Río Grande.
Este pequeño poblado, distante a 90 kilómetros de San Pedro de Atacama, es el punto de partida para un atractivo circuito de turismo comunitario sustentable, que invita a conocer lo más profundo de la riqueza patrimonial, cultural y gastronómica, en el corazón del territorio conocido como Atacama la Grande.
La iniciativa es parte de un esfuerzo en conjunto entre la Fundación de Cultura y Turismo de San Pedro de Atacama y Codelco Distrito Norte.
"El objetivo fue generar un circuito turístico sustentable que permite poner en valor su cultura, sus tradiciones, gastronomía y patrimonio, lo que materializa nuestro principio que es el desarrollo de los pueblos originarios", explicó el director distrital de Asuntos Comunitarios y Medioambiente, Leonardo Herrera.
Arte rupestre
El circuito comienza en el sector de Yerbas Buenas, donde las y los visitantes podrán apreciar el arte rupestre de un lugar que es conocido por albergar la mayor cantidad de Petroglifos de la zona.
Un testimonio que guarda valiosa información respecto a cómo era la relación de los antiguos habitantes con los camélidos y la actividad ganadera.
Posteriormente, las guías de las comunidades -que fueron capacitadas para estos fines en el marco del convenio- dirigen la ruta de senderismo en el Rincón Chuckcho (Valle del Arcoíris), nombre que se le otorga a uno de los cerros tutelares del valle, donde aún se realizan ceremonias ancestrales.
Allí son los colores de minerales, sales y distintos tipos de arcilla los que atrapan las miradas, además de las formaciones rocosas erosionadas por el viento. En el primer día de actividades, el circuito culmina con un almuerzo elaborado con productos de la zona, entre ellos la patasca, quinoa, carne de llamo y chicha de maíz.
Pamela Condori, integrante de la asociación Turi Hualca de Santiago de Río Grande, vivió esta mágica experiencia. "El turismo comunitario va a la esencia de los pueblos y es impulsado por gente nativa, gente que tiene linaje y eso marca la diferencia", explicó.
Peine y Talabre
Un nuevo amanecer, encuentra a los visitantes en la localidad de Peine. Listos para comenzar el segundo día del circuito, luego de alojar en las cómodas dependencias de la casa de huéspedes, que también fue acondicionada para dar vida a este proyecto.
Lo primero que llama la atención, son las representaciones pintadas en la quebrada que rodea al pueblo.
También la Iglesia de San Roque -que hace poco fue reconstruida- y las "cochas", piscinas con aguas termales que -según dicen los habitantes de Peine- tienen propiedades curativas.
Son los propios guías locales quienes explican las tradiciones y parte de la cosmovisión andina que intentan preservar. La gastronomía del lugar da cuenta de la riqueza de un valle donde se pueden encontrar Chañares, Algarrobos, Maíz y diversas hierbas como la Rica-Rica, que crecen sin ningún problema pese a los cerca de 2.400 metros de altura sobre el nivel del mar (msnm).
Amanda Barrera es representante de Peine y encargada de Desarrollo Turístico. "Hay que seguir esforzándonos para que resulte no un producto, sino una experiencia valorable en el tiempo y que la gente nos pueda recomendar, lo que apunta al nicho de un turismo con intereses especiales", enfatizó.
Avanza la jornada y es hora de subir hasta los 3.500 metros de altura de la localidad de Talabre. En primer lugar, las y los visitantes pueden conocer un proyecto en el que el agua es utilizada para emprendimientos hidropónicos, que sirven para cultivar frutillas, acelgas, cebollines y ají.
Luego los lugareños dirigen la excursión hacia la quebrada de Kezala, que resguarda valiosos paneles de arte rupestre, en los que se evidencia el paso de caravanas en distintos periodos y que tienen relación con la ganadería y aspectos religiosos.
El proyecto en esta comunidad consideró también la inauguración del Mirador de Saltar, que está ubicado a 4.200 msnm, frente al Volcán Láscar. Allí se puede observar una vista en 360 grados, que hacia el Oeste permite ver el Salar de Atacama y hacia el Este, todo el cordón montañoso donde se reconoce más de cuatro macizos volcánicos. "El proceso fue largo, sacrificado, pero lo importante del turismo sustentable es que estamos cuidamos nuestro territorio", destacó Claudia Armella, guía local de la comunidad de Talabre.
Un concepto que también reforzó Edith Parra, directora ejecutiva de la Fundación de Cultura y Turismo de San Pedro de Atacama. "Nos encontramos en la etapa de cierre de un año de mucho trabajo que muestra de qué son capaces las comunidades, de poner en valor su territorio, su cultura, su patrimonio. Esperamos esto se siga proyectando por mucho tiempo más para dejar afirmado el proyecto y que ellos lo mantengan de manera autónoma", expresó.
De esta forma, ya son tres las comunidades de Atacama La Grande que tienen las herramientas necesarias para incursionar en el turismo con una base sólida, que refleje esta actividad con respeto a la cultura indígena y al patrimonio de cada territorio. Por lo tanto, se espera que las y los turistas se acerquen a conocer esta nueva forma de reconocer las maravillas de la zona.
"El objetivo es generar un circuito turístico sustentable que ponga en valor su patrimonio y tradiciones". Leonardo Herrera, Director Distrital, Asuntos Comunitarios
Tres localidades de Atacama la Grande son beneficiadas con esta importante iniciativa.
Dos días permiten conocer la magia de sectores que pocos han descubierto hasta hoy.