En una velatón con familiares y amigos, la madre del guía turístico Kurt Martinson, quién desapareció misteriosamente hace dos años en San Pedro de Atacama, tomó unos minutos para leer una emotiva y frontal misiva. En el texto, que El Ciudadano da a conocer en exclusiva, Ana María García descarta que su hijo haya sido víctima de una "enajenación mental" y apunta firmemente a la participación de terceros, en un caso que está al borde de ser cerrado por la Fiscalía de Antofagasta.
Se cumplen dos años desde que Kurt no está con nosotros. Hace dos años que no escucho su voz ni veo su hermoso rostro. Soportar el dolor de su ausencia no ha sido fácil. Son nuestros hijos los que por ley natural debieran despedirnos cuando termina el ciclo de nuestras vidas y no los padres a ellos, pero esta no es mi realidad, tengo que enfrentar la desgracia de no contar con él, ni siquiera la posibilidad remota y terrenal de que esté a mi lado, de encontrar su cuerpo para darle el descanso eterno, tener un lugar donde poder visitarlo y recordarlo.
Yo no tengo esa fortuna. A la desgracia de soportar el dolor de no tenerlo, tampoco tengo la esperanza de encontrarlo. En vano han sido mis esfuerzos por hallarlo, con tenacidad y entereza, sin aspavientos ni menoscabo a personas, sola y en silencio, con esfuerzo y sin temor al poder fáctico que oculta en forma siniestra la verdad de su desaparición.
¿Qué ocultas fuerzas de poder existen en nuestro país que mienten y encubren? La Desaparición Forzada de Personas en Chile no es una figura legal, pero sí una realidad que pareciera darse con mayor frecuencia de lo que la gente siquiera sospecha, la cual está asociada a verdaderas organizaciones delictuales, que la autoridad política y legal se niegan a aceptar. Es mejor así, es mejor dejarse llevar por el Principio de la Negación.
¿Es posible que en sistemas democráticos desaparezcan personas y todos se desentiendan? Pareciera ser una locura el sólo hecho de pensarlo, como también era una locura pensar que en nuestro país existiera la corrupción y que por décadas nos mantuvieron engañados los que precisamente se enriquecían a nuestras costas.
Mi hijo Kurt no desapareció producto de una enajenación mental, como majaderamente han querido los interesados en hacer creer a la opinión pública a través de informes policiales, e incluso en sendos reportajes entregados por algunos medios de comunicación, los cuales pretenden modificar con sus falsedades, la apreciación que pudiera tener la ciudadanía frente a estos hechos.
Kurt no padecía esquizofrenia ni nada que se le pareciera. Sus exámenes médicos realizados por profesionales responsables así lo avalan. Kurt fue víctima de la acción de terceros, los cuales ocultos detrás del poder que los ampara y encubre, permanecen expectantes ante cualquier hecho que los pueda delatar.
Existen otros casos de igual naturaleza en nuestro país por todos conocidos, con el mismo modus operandi, ocultamiento y alteración de evidencias por parte de la policía, amedrentamiento extremo a posibles testigos que pudieran aportar la verdad de lo ocurrido, distractivos sistemáticos y programados, en donde la aparición de osamentas de personas desconocidas se reiteran. Por ejemplo, en el llamado caso Matute, en menos de un año de su desaparición se presentaron diez casos de hallazgo de restos óseos humanos. En el caso que me afecta ya van tres, todos los cuales no son más que estrategias desarrolladas por personas perversas, interesadas en desviar y entorpecer la investigación.
¿Quién con posterioridad investiga dichos hallazgos y qué resultados tienen? ¿Es posible que en un país democrático sean de normal ocurrencia estos hechos y que todos ellos queden impunes? (Me refiero al hallazgo de osamentas, las cuales se han dado precisamente cuando ha existido el desaparecimiento forzado de una persona).
Si ustedes me preguntan cuál es el elemento común a estos crímenes a los que hago referencia, la respuesta es simple: el tráfico de drogas, el cual en nuestro país en ciertas esferas de consumo, se ampara tras quienes ostentan el poder en diferentes formas, sea este del orden político, económico e incluso y lamentablemente policial.
No se puede emitir pronunciamiento alguno en forma irresponsable por cualquier autoridad, de que Kurt sufrió un accidente, que se perdió en el desierto y se suicidó. Nada se puede esgrimir en tanto no aparezca su cuerpo y forenses especializados determinen la causa real de su fallecimiento, situación que por dolorosa que sea y transcurridos ya dos años de su desaparición, tengo que aceptar.
Tengo también que agradecer a muchas personas que desinteresadamente me han ayudado, han estado conmigo en forma permanente dándome muestras de apoyo y solidaridad, incluso desde el extranjero. Pareciera que todos se conmueven ante una desgracia de tal magnitud, menos la autoridad política que hace oídos sordos a los clamores de una madre.
Amado hijo, mientras viva no dejaré de remover todos los cimientos de esta tierra para encontrarte, buscaré en cada lugar por difícil que sea su geografía y en donde los perversos hechores te ocultaron, quizás por hacer prevalecer tu verdad que tanto y fielmente perseguiste. No me atemorizan los poderes fácticos que están detrás de tu desaparición. Como madre chilena los combatiré y enfrentaré.
Mi amado Kurt, iré por ti, seguiré tu búsqueda y te encontraré.
Por Ana María García
Las Condes, 26 de noviembre de 2016