Jalisca Liqui (50) pertenece a la etnia indígena atacameña (o Likan Antay) y vive a mitad de camino de los casi 50 km que separan la aldea de Machuca y San Pedro de Atacama. Conoce a muchos de los operadores turísticos que viajan a diario a los géiseres de El Tatio, porque les hace dedo a un costado de una huella.
"Cómo no voy a querer que se mejore el camino, si cuando hay nieve o lluvia puede estar cerrado semanas. Y si uno va al pueblo (San Pedro), se demora hasta dos días caminando", señaló.
Su opinión es generalizada entre los habitantes de esa zona precordillerana de la Región de Antofagasta, tras el anuncio del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de activar una licitación para mejorar el camino entre San Pedro de Atacama y El Tatio. Este mes se realizará la apertura de las propuestas económicas.
Los primeros 50 km del camino, desde San Pedro de Atacama, ya se emparejaron con maquinaria pesada. Pero los 40 km restantes a los géiseres son los más complicados: en la ruta hay rocas de gran tamaño, barro, nieve y agua que en ocasiones borran la huella principal y obligan a tomar desvíos.
"Al turista hay que darle seguridad", dice Sandra Berna, la alcaldesa de San Pedro de Atacama y también perteneciente a la etnia atacameña.
Las obras que mejorarán la ruta consideran dos pistas de circulación pavimentadas y obras anexas, como señalética y encauzamiento de aguas lluvia. Tienen un plazo de ejecución de 390 días y serán financiadas con fondos regionales, con una inversión de $2.829 millones.
Por ese camino de 90 km, que serpentea entre los 2.500 y 4.300 metros de altitud, circulan cada año más de 120 mil visitantes, según el Servicio Nacional de Turismo (Sernatur). Y en esa zona el turismo es clave. "Movemos toda la economía, con hoteles, restaurantes, ferreterías. Es bueno para todos", dice William Fábrega, presidente de la Cámara de Comercio local, que agrupa a más de 60 locatarios y 300 empresarios.
En el poblado de Machuca, casi a la mitad de la ruta, Marcelo Colque es uno de sus cuatro habitantes permanentes.
Colque ve en las mejoras al camino una opción de desarrollo para el caserío, que tiene una iglesia y 30 viviendas abandonadas casi todo el año, dado que es una parada obligatoria para los turistas.
Su sobrino Marcelo es más cauto: "La mayoría de nuestras familias emigró a Calama o San Pedro de Atacama, y cuando venimos los fines de semana al carnaval (en verano) o a la fiesta religiosa del 26 de julio, es para reencontrarnos con la naturaleza y nuestras tradiciones", explica.
La arqueóloga Ana María Barón advierte sobre el cuidado de unos 200 sitios con vestigios de los primeros asentamientos humanos. "No son caminos inventados, sino construidos sobre antiguas huellas que el hombre usó hace cientos y miles de años", señala.
Fuente:El Mercurio