De la mano de ambiciosos e innovadores proyectos los pueblos del interior de San Pedro de Atacama, entre ellos Socaire, Talabre y Toconao, lograron renovar su actividad agrícola y de paso reactivar su economía. Tanto así que hoy, en una zona donde las condiciones climatológicas son particularmente extremas y donde el recurso hídrico es escaso, la tierra reverdece.
El subgerente de Programas Sociales de SQM, Atilio Narváez, conoce a cabalidad los esfuerzos conjuntos que ha realizado la minera con las comunidades de San Pedro y organismos públicos, entre ellos Conadi y FIA; para concretar una serie de iniciativas, que no solo han resultado exitosas, sino que además siguen creciendo y diversificándose.
"Son proyectos de los que nos sentimos orgullosos y en que la participación de las comunidades ha sido clave para su éxito, porque responden a sus propias inquietudes y necesidades. Iniciativas en que las tienen poder de decisión y en las que participan con entusiasmo", destacó sobre las iniciativas el ejecutivo de SQM.
Hidroponía socaire
La construcción de dos enormes invernaderos y el uso de técnicas hidropónicas, que consume 80% menos agua y asegura mejores resultados; lograron que Socaire, pueblo emplazado a 3.500 metros sobre el nivel del mar, sea capaz de producir 3 mil lechugas de primera calidad cada mes y ya piense en extender la variedad de sus productos, gracias a las investigaciones que vienen realizando con otros cultivos.
Narváez explica que este proyecto tuvo su primera experiencia en Quillagua, proyecto que fue conocido por la directora regional de la Conadi, quien se entusiasmó y quiso replicarlo en las comunidades del interior. Fue así como se gestionaron los recursos, SQM comprometió su asesoría técnica, puesta en marcha y así nació el primer cultivo hidropónico en Socaire.
El asesor en Hidroponía de SQM, Jorge Arenas, explica que el primer desafío fue superar las barreras climáticas, pues el poblado está sobre los 3.500 metros, con temperaturas de -12 grados y vientos de 120 kilómetros por hora, con un promedio de 40, y nieve de hasta 10 centímetros de altura. Fue así como se ideó un cierre perimetral para bajar el impacto del viento y el frío.
Hoy, uno de los invernaderos produce tres variedades de lechugas y de dos colores, con una producción de 3.000 a 3.200 unidades mensuales, con un peso promedio que va desde los 350 a los 550 gramos. Mientras que el segundo invernadero es de investigación y en el que ya hay una producción de habas, a las que se sumarían, posiblemente desde abril de 2017, tomates, acelgas, albahaca, betarragas, ciboulette, cilantro, perejil, y papas.
De Desierto y altura
Uno de los proyectos más reconocidos, de los desarrollados en conjunto por las comunidades y SQM, es la fabricación del vino Ayllu, porque más allá de sus particularidades: se trata de un vino de altura y desierto, elaborado por una comunidad atacameña; es un producto de gran calidad, cuyo potencial apenas es imaginable.
Así lo explica el encargado del programa agrícola de Tierra Fértil y wine maker, Héctor Cifuentes, quien asegura que "cada año se producen vinos de mejor calidad y con estándares más exigentes, son vinos naturales, con levaduras nativas y en el que no se utilizan colorantes ni saborizantes. Además, el vino de cada productor es diferente, no obedece a una formula única como en las grandes marcas".
Calidad que conoció uno de los enólogos de la viña Miguel Torres, detalla Cifuentes, "vino a ver lo que estamos haciendo y encontró muy buenos los vinos y les vio bastante potencial como para hacer algo conjunto más adelante, aunque no hay nada concreto y además ellos manejan grandes volúmenes de producción".
Mostos que también despertaron el interés del enólogo jefe del proyecto Tara de la viña Ventisquero, Felipe Tosso, que también es un vino de desierto que se produce en Arica. "A pie de cuba probamos los vinos y también les encontró bastante potencial", valoró el encargado, quien recordó además la cata en Londres de la que fue objeto uno de los vinos Ayllu, obteniendo también muy buenas evaluaciones.
Consultado sobre sus expectativas para Ayllu, el presidente de la cooperativa, Wilfredo Cruz, reconoció que apuntan alto. "Nosotros apostamos, en recomendación de un enólogo, a vender cada botella del vino Ayllu en 100 dólares (unos $67.000), a eso queremos llegar, porque somos una etnia indígena que produce en altura y en medio del desierto, particularidades que le entregan valor agregado a nuestros vinos", apuntó el viticultor.
Llegar más alto
Sobre la posibilidad que otros poblados se sumen a la producción del vino Ayllu, Cifuentes dijo que efectivamente hay una productora en Socaire, Cecilia Cruz, con la que vienen trabajando. "El poblado tiene una gran altura y tenemos tres meses para llevar la uva a su madurez, porque por la baja temperatura de los otros nueve meses, tienes que poner todos tus esfuerzos para que la viña produzca, por ejemplo, poniendo plástico de invernadero para que los brotes no se quemen por las heladas de noviembre". Producción que comenzaría este año, con lo que sería el vino de mayor altura de Chile y el segundo de Sudamérica.
Talabre reverdece
Una inversión de 500 millones de pesos requirió el proyecto que logró reverdecer Talabre con extensos cultivos de alfalfa, los que generan un hermoso contraste con el salar de Atacama, emplazado muchos metros más abajo del poblado, que se empina sobre los 3.580 metros de altura.
Narváez detalló que la iniciativa, que considera 16 predios de 2 mil metros cuadrados cada uno, "requirió limpiar el terreno, en el que no se puede usar un tractor agrícola por la gran cantidad de piedras y rocas, por lo que se trabajó con bulldozer, motoniveladoras, se despejó y se hizo una siembra con riego tecnificado, automatizado, y microaspersión".
Además se construyó un galpón para la guarda de alfalfa en la época invernal y se trabaja con un doctor experto en alfalfa del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), además de otro especialista en tierra y nutrientes, que también asesora a la comunidad, que tiene tractor, cegadora, fardadora y puede pelletizar.
Para la presidenta de la comunidad, Antonia Mondaca, el proyecto resuelve varias inquietudes que los afectaban. "Nosotros realmente necesitábamos esta alfalfa para criar a nuestros animales, lo que además se traduce en un sustento para nuestras familias. Producción que es sustentable, porque la minería, o el trabajo en las mineras, se puede acabar, por eso valoramos este proyecto y es más, queremos seguir ampliándonos para tener aún más alfalfa, porque miramos hacia adelante, apuntamos a nuestro futuro", expresó.
3.200 lechugas produce cada mes el invernadero hidropónico de Socaire, que ya investiga la posibilidad de sembrar habas, tomates, acelgas, albahaca, betarragas, ciboulette, cilantro, perejil, y papas.
8.200 botellas de vino Ayllu (750 cc), en sus siete distintas cepas, se produjeron este 2016, año en que se cosecharon 20 toneladas de uva, lo que equivale a un 30% más que en 2015.
10.000 pesos vale cada fardo de alfalfa que producen los agricultores de Talabre, familias que poseen 16 predios de 2 mil metros cuadrados cada una, detalló su presidenta Antonia Mondaca.