Sus dedos se mueven rápido sobre la arcilla, embetunados en el claro café de la pasta que ella misma preparó durante meses. Elena Tito (64) no está en su natal Río Grande, al interior de San Pedro de Atacama, pero el fuerte sol que cae sobre las carpas que armaron para el XII Encuentro Macrozonal Norte de artesanos y cultores indígenas recuerda mucho a los atardeceres del altiplano. Elena es una de las estrellas invitadas en la actividad que organizó la Seremi de las Culturas frente al muelle de Antofagasta, la semana pasada. La razón está en el arte que sale de sus manos, tradición de su pueblo atacameño.
Bajo un toldo blanco, la artesana le pasa un poco de pasta a una niña en el pequeño taller que fue parte de las actividades. La masa no tiene ninguna forma. "Haga los chorizos", le dice Elena Tito a la pequeña. Ella amasa un poco, y en un rato el trozo ya está empezando a tomar la figura de una llama.
-Mi mamá se murió y yo me quedé con la abuela. Era chiquita, tenía unos seis años. Mi hermana chica ni se acuerda- dice la mujer mientras le hace detalles con un palito a la figura. -Entonces nos criamos con la abuela y ella era la alfarera, ella viene de generación en generación, quizás de los incas. Viene toda una trayectoria.
En las alturas de la región, de niña Elena Tito nunca vio un jarro ni plato plástico. En su casa, todos los utensilios venían de la antiquísima herencia indígena. Platos para la fiesta, jarros para tomar té, platos para el uso diario. Todo hecho con arcilla.
La experiencia de la matriarca fue enseñando la labor que convertiría a la pequeña Elena Tito en el actual Tesoro Humano Vivo, un reconocimiento que entrega el estado a aquellas personas que portan tradiciones y guardan el patrimonio cultural del país. Entonces, ella ayudaba a la abuela trayendo agua para separar la tierra, las piedras y el barro de la materia prima. Hoy, ella enseña a las niñas que están mirándola sacar un trozo de arcilla de una pesada bolsa.
-Tómele el peso- dice. -Si no, nunca va a saber.
La bolsa pesa bastante. Ella misma prepara la pasta final que usará para sus obras, una especie de plasticina con pequeños grumos.
-En el campo hay mucha veta. En diferentes partes donde uno camina, yo ando mirando si me sirve, si no me sirve. Mis ojitos andan así, entonces lo voy descubriendo.
Alfarería
Sobre una mesa hay varios de los productos finales que trabaja Elena. Hay jarros, ceniceros, casitas que tienen hasta el detalle de los bloques. A Mónica, una chica que la acompaña, le pide uno de los platos de arcilla blanca que fabricó, una técnica aprendida en uno de los talleres de cerámica que vio en Calama.
Con el tiempo, su nombre empezó a hacerse conocido dentro de la cultura regional y nacional. Incluso en el Centro Cultural del Palacio de La Moneda hizo talleres de alfarería. Luego vinieron reconocimientos, como el de la mejor artesana de la región. Ahí empezó el camino que la transformaron en nuestro Tesoro Humano Vivo.
-Tanto que me investigaron. No quería que me investigaran tanto, yo quería que me ayudaran. (…) Vieron mi trabajo, me hicieron evaluaciones.
Así fue hasta que un día la llamaron de Santiago designándola con el reconocimiento. Y ella sigue, hasta hoy, guardando las tradiciones del pueblo atacameño que representa. Tiene su casa en Calama, pero Elena Tito va todos los fines de semana a Santiago de Río Grande, el lugar donde desde chica recolecta la tierra del desierto para transformarla en arte.
-Allá tengo todas mis costumbres, mis tradiciones. Todo está ahí.
Detrás del plato de arcilla blanca que tomó hay una marca, una mezcla entre una E y una T en mayúsculas.
-Elena Tito- dice ella. Es su sello.
"El Ministerio de la Cultura me ha reconocido, me está llevando a los pueblos, voy a los colegios para el patrimonio" Elena Tito, alfarera