En Chile cada vez llueve menos. Van más de 10 años de sequía golpeando a gran parte del territorio y, como si esto fuera poco, se calcula que en 110 acuíferos se han otorgado derechos de agua por encima de la capacidad disponible del recurso. El río Loa, la fuente de agua más importante del desierto de Atacama, es uno de esos casos, y se está secando. Los habitantes de la región cada vez tienen más problemas para regar sus sembríos, algunos incluso han visto morir sus pueblos y muchos ya no tienen agua ni siquiera para beber.
El desierto de Atacama, en Chile, es considerado el más árido del planeta. No muy lejos de este paisaje monocromático, al oeste, el río Loa, flaquito como un estero, irrumpe en el fondo de un cañón que parte el sitio en dos, deslizándose silencioso y pintando de verde las laderas. A los pies del volcán Miño, en la cordillera de los Andes, este afluente nació hace unos 15 millones de años.
En la actualidad, viven más de 170 mil personas en la cuenca del Loa. Todas sus actividades, desde sus necesidades básicas como beber y asear sus casas, hasta regar sus cultivos, dependen del río. Pero no son los únicos que se abastecen de él: la industria minera del principal país exportador de cobre en el mundo extrae miles de millones de litros al año.
Que el cauce del Loa está cada vez más seco no es novedad para nadie. En el año 2000 las autoridades lo declararon agotado y, para intentar recuperarlo, determinaron que no se entregarían más derechos de agua sobre él. Pero esa no fue una solución al problema.
Una empresa consultora independiente, contratada por la Secretaría Regional del Ministerio del Medio Ambiente en Antofagasta, realizó un diagnóstico del río que determinó que, para que toda la vida que brota del Loa persista, es necesario que fluyan por él, al menos, 175 millones de metros cúbicos de agua al año. Esto equivale a 70 000 piscinas olímpicas. El Loa está hoy en un 116 % por debajo de ese caudal.
¿Qué es lo que sabemos? Te lo explicamos en tres claves.
1.- Los impactos de la sequía
Ubicado casi al final del recorrido que hace el Loa desde la cordillera de Los Andes hasta el mar, Quillagua es el pueblo más afectado por la sequía del río y hoy solo viven en él unas 120 personas. Esto no era así hasta mediados de la década del setenta, pues Quillagua fue uno de los enclaves agrícolas más importantes del desierto y más de 600 habitantes lo poblaban.
Quillagua comenzó a secarse progresivamente hace más de 45 años. Primero, llegaron las bocatomas río arriba que buscaban proveer de agua potable y servicios sanitarios a la población urbana de la región, y luego con las extracciones mineras que agudizaron el problema. En la década de los noventa, las ofertas de la industria minera para que los quillaguinos vendieran sus derechos de agua eran constantes.
En 1997 todo cambió. Un día, el río apareció lleno de espuma y, según los pobladores, “el agua venía como vino tinto”. Los científicos calificaron esto como una “muerte biótica”. Los cultivos se perdieron y ni un solo camarón, pejerrey, pato o trucha, sobrevivió al ecocidio. El agua había sido contaminada con xanato —sustancia utilizada para la flotación de minerales en los procesos de la minería del cobre— y su presencia solo podía ser adjudicada a la actividad metalúrgica industrial.
La responsable señalada por las autoridades fue la Corporación Nacional del Cobre de Chile, más conocida como Codelco, puesto que en ese momento era la única compañía de esas características que operaba en las inmediaciones del río Loa. Nada volvió a crecer en esas tierras y nunca llegó compensación alguna para los quillaguinos. Lo que les quedó a muchos fue vender su derecho de agua y el comprador fue la Sociedad Química y Minera de Chile (SQM), dedicada a la explotación de litio en el país.
Esta empresa es la que hoy extrae agua del Loa antes de que el cauce llegue a Quillagua. Por eso, para los quillaguinos, ella es la principal responsable de la sequía de su oasis. Lo cierto es que el caudal del río comienza a disminuir mucho antes.
2.- Los dueños del agua
En el 2019, el Estado de Chile determinó que todos los titulares de derechos de aprovechamientos de aguas subterráneas debían informar las extracciones que realizan efectivamente. Esta medida se impuso para intentar llenar los vacíos de información que todavía existen en el país y que impiden saber con precisión cuánta agua se extrae, quién la saca, dónde y para qué.
El Ministerio de Obras Públicas había estimado que la minería extraía de la cuenca del Loa unos 27 700 000 metros cúbicos de agua al año, pero la información reportada a la Dirección General de Aguas, a partir de la obligación impuesta en 2019, demuestra que la cifra es mucho mayor.
Solo en 2021, Codelco, la minera estatal dedicada a la explotación de cobre, extrajo desde las capas subterráneas de la cuenca del Loa más de 31 millones de metros cúbicos, lo que la convierte en la empresa que más agua saca en la zona. Otras tres empresas, Antofagasta Minerals S.A., Minera Centinela y Minera Lomas Bayas suman en total otros 3 millones de metros cúbicos.
¿Hay esperanza para el Loa?
Que el Loa haya sido declarado agotado, que su caudal lleve un 116 % menos de agua que el mínimo aceptado y que las actividades de los habitantes de la cuenca sean diezmadas casi al punto de desaparecer, no ha sido suficiente para detener la presión sobre el río.
En el año 2000, al momento de declarar el Loa agotado, quedó establecido que no se podrían otorgar sobre él ni sobre ninguno de sus afluentes nuevos derechos de agua permanentes y consuntivos, es decir, que se consuman en su totalidad sin ser devueltos al caudal. Sin embargo, entre los años 2000 y 2019, 97 nuevos derechos fueron otorgados. De ese total, 60 son de comunidades indígenas y personas naturales, muchas de las cuales también pertenecen a pueblos originarios. Sin embargo, los restantes 37 derechos de agua fueron otorgados a la minería, principalmente, y unos pocos a la industria. Además, actualmente se están tramitando otros 34 en la cuenca del Loa y todos, menos uno, son de la industria minera, mayoritariamente de Codelco.
En enero del 2022, el código de aguas, que es la ley que regula el uso de los recursos hídricos del país, fue modificado. Entre los cambios, está el hecho de que ahora el Estado está obligado a asegurar la sustentabilidad del acuífero y, sobre todo, el derecho humano al agua. Por ello, los nuevos derechos de agua que están siendo tramitados en la cuenca del Loa podrían no otorgarse.
El problema es que aun si esos derechos no son entregados, del Loa ya se saca demasiada agua y la única solución para que se recupere el caudal ecológico, dice el estudio que diagnosticó el estado del río, es que se disminuyan considerablemente las extracciones. De hecho, los científicos hicieron el ejercicio de simular en computadoras qué pasaría si todas las extracciones de agua superficiales y subterráneas en la cuenca se detuvieran.
Lo que encontraron fue que se podrían recuperar los niveles de todo el río. No sería a los niveles históricos, porque la recarga de las lluvias en lo alto de la cordillera son menores que en el pasado, producto del cambio climático, pero sí podrían recuperarse rápidamente. Por el contrario, si se mantienen los niveles de extracción de agua actual, todos los modelos simulados en las computadoras para predecir el futuro del Loa muestran que el río se seguirá secando.