Laguna Puilar es parte del sistema hidroloÃŒÂgico de Soncor. Este uÃŒÂltimo es sitio Ramsar y ademaÃŒÂs, forma parte de la Reserva Nacional Los Flamencos. Foto: UMA-CPA.
Salar de Atacama. Foto: Consejo de pueblos Atacameños
Creer que en el desierto de Atacama no hay agua es un error. El desierto más árido del mundo cuenta con fuentes subterráneas como las lagunas Chaxa, Cejar y Tebenquiche, además de otros cuerpos de agua que permiten la existencia de oasis y la vida de diferentes animales y aves como los flamencos.
Se dice que era tal la creatividad que utilizaban los abuelos del pueblo originario Lickanantay para habitar ese territorio, que su principal actividad económica, la agricultura, no intervenía el espacio sino que solo usaban el agua depositada en las acequias. Este método se conoce por la gente local como “siembra del agua”.
El pueblo Lickanantay ha construido una cosmovisión propia con el ciclo del agua o Puri en lengua kunza. “Estos saben convivir con su escasez, domesticarla y hasta a veces temer de la misma”, explica Oriana Mora, de origen Atacameño, en un estudio que realizó junto a la Universidad de Sevilla. No por nada es que una de las ceremonias más tradicionales e importantes, el Talatur, consiste en limpiar los canales por donde fluye el agua.
Sin embargo, los Lickanantay no han sido los únicos interesados en este preciado bien natural en el desierto de Atacama, sino también la industria del litio. Las dos compañías mineras que operan en el núcleo del salar, extraen cada año más de 63 mil millones de litros de agua salada de las capas más profundas del desierto, es decir, casi 2 mil litros por segundo. Además, la industria consume una cantidad considerable de agua dulce.
Ese antecedente sirvió de insumo para que investigadores de la Universidad de Chile recopilaran imágenes de satélites desde el 2019 hasta la fecha. Tras analizarlas, observaron que existe una deformación en el núcleo del salar de Atacama. Joaquín Castillo, estudiante del Magíster de Geología de la Universidad de Chile y coautor del estudio publicado en la revista científica IEEE Transactions on Geoscience and Remote Sensing, explica que “debido al boom del litio” —auge que comenzó en 2015 y se intensificó entre 2020 y 2022, años en los que se duplicó la extracción de toneladas de carbonato de litio—, se generó una subsidencia o hundimiento en el salar.
A partir de la investigación, el Consejo de Pueblos Atacameños (CPA)—asociación que representa a 18 comunidades indígenas—, interpuso una denuncia por daño ambiental ante la Superintendencia del Medio Ambiente, organismo que fiscaliza y asegura el cumplimiento de la normativa ambiental en el país. El proceso que fue acogido a trámite y aún está en curso.
Los hallazgos de la investigación no sólo contradicen lo dicho por las empresas mineras instaladas en el núcleo del salar de Atacama respecto del funcionamiento de estos ecosistemas, sino que podría ser clave para revisar la validez de los permisos ambientales con los que cuentan “en virtud de aspectos que el Sistema de Evaluación Ambiental no logró observar y ponderar”, dice Sergio Chamorro, abogado y asesor jurídico del CPA. El objetivo de la demanda, aseguró Chamorro, es que se fiscalice y sancione al responsable de provocar el hundimiento. “No es consecuencia natural sino que es intervención humana”, puntualizó.
La memoria del agua
Para el pueblo Lickanatay, Puri es un espíritu que se encuentra en las vegas y en los bofedales del salar. Esos ojos de agua, o lagunas, son parte de la ritualidad en la que se desarrolla la economía local de las comunidades. Junto a ellos, por ejemplo, se hacen las ceremonias de recolección de plumas de flamenco. “Puri está ligada a esos rituales. Tenemos una manera totalmente distinta de ver el territorio, que no se condice con la mirada extractivista”, dice Mora, quien además es investigadora del proyecto Litio y Derechos Humanos del Observatorio Ciudadano, organización dedicada a la defensa, promoción y documentación de Derechos Humanos.
Sonia Ramos Chocobar, Lickanantay y defensora del desierto, cuenta que el tronco de su pueblo es el mundo espiritual, no el racional. Dice que la visión espiritual los hace sobrevivir en un desierto y que eso les permite evolucionar, ser personas muy creativas, desde el pasado hasta el presente. “Por eso vivimos en un desierto, porque tenemos la capacidad de dar respuesta donde quizá ni siquiera existe”.
Según análisis realizados por la CORFO, la vegetación del Borde Este del salar de Atacama, sufrió disminuciones significativas de follaje verde, durante el período en el que se cometieron las infracciones.
La niñez de Chocobar está marcada por la historia oral que le transmitió su abuela materna, a quien califica como la última “nómada Lickanantay”. Su abuela le enseñó, caminando, la geografía del desierto. Cada año recorrían varios kilómetros observando la abundancia de la Puri. Hacían una parada obligatoria en la zona de “Los Barros”, donde el agua mezclada con tierra formaba una rica capa de nutrientes que esparcían por sus cuerpos, una práctica de limpieza y sanación que está profundamente conectada con la cosmovisión de los Lickanantay.
Tras fallecer su padre, Chocobar se hizo cargo de las tierras de sus ancestros, y a mediados de los noventa, empezó a notar cómo el paisaje del salar de Atacama se transformaba con la llegada de las mineras que extraen litio. Califica de “ suave” la llegada de esa industria y añade que, “como veíamos tantas sales en el desierto, creímos que su trabajo iba a ser inofensivo”.
El rumor corrió por todas las comunidades indígenas que habitan en los alrededores del salar de Atacama. No había duda, la minería del litio, denominada por ellos como “la minería de agua”, estaba dando indicios de generar un estrés hídrico.
Tanto Mora como Chocobar aseguran que al Estado y a las empresas “no les importa nada”, pero que el deterioro del ecosistema del salar sigue avanzando, de acuerdo con distintas investigaciones, entre ellas la realizada por los especialistas de la Universidad de Chile. El salar de Atacama, hoy en día, es “un condenado a muerte”, dice Chocobar.
Los hallazgos del estudio
Antes del estudio realizado por investigadores del departamento de Geología de la Universidad de Chile no se tenían datos de este tipo de mediciones, es decir, no existía evidencia de que la tierra en Chile, “se estuviera hundiendo”, dice Joaquín Castillo. Sin embargo, los hallazgos de la investigación, dan cuenta de una subsidencia o hundimiento en la zona donde están las faenas de SQM y Albemarle, las únicas dos empresas que operan en Chile y que extraen litio por medio del bombeo de salmueras.
Son alrededor de 308 los pozos que tienen las empresas mineras para extraer salmuera —o agua con sal—de la cual obtienen luego el litio. Estos están distribuidos por todo el sector sur oeste, que corresponde al núcleo del salar, el cual tiene una extensión total de 1700 kilómetros cuadrados
Por medio de un procesamiento de imágenes de radar, el equipo de investigadores observó que la señal de subsidencia está concentrada en un terreno que mide ocho kilómetros de ancho por seis kilómetros de largo, que es exactamente la zona en la cual se extrae el litio. Además, se detectó que ese espacio se está hundiendo a un ritmo de hasta dos centímetros por año.
Castillo explica que el hundimiento de esa zona se debe a que el nivel freático, es decir, el límite superior de la capa de agua subterránea, “está disminuyendo y no se alcanza a recargar”. Ante esto, el científico advierte que si en un futuro se instalan pozos de extracción por todas partes, “todo el salar de Atacama se podría hundir.”
Francisco Mondaca, ingeniero ambiental y coordinador de la Unidad de Medio Ambiente del Consejo de Pueblos Atacameños (UMA-CPA), —organización que vela por la protección y monitoreo de los ecosistemas de las comunidades Lickanantay respetando la cultura de ese pueblo indígena—, dice que las empresas deben tomar en cuenta los hallazgos del estudio tras la evidencia del hundimiento del núcleo del salar. “¿Cómo están considerando los parámetros hidráulicos y los niveles hidrogeológicos actuales del salar? ¿Los resultados cambian?”, se pregunta.
Tanto Javier Escudero como Daniela García, geólogos de la UMA-CPA, aseguran que las investigaciones paralelas que desarrolla la unidad tras el hallazgo del hundimiento del núcleo del salar, coinciden con el estudio de los investigadores de la Universidad de Chile. Las investigaciones de la UMA-CPA también dan cuenta de que el sector donde se está produciendo la subsidencia corresponde a la zona donde se han producido los mayores descensos de salmuera producto de la minería del litio, sostienen.
¿Qué puede pasar si se hunde el núcleo del salar de Atacama?
Castillo explica que el hundimiento de una superficie es una consecuencia directa de la compactación del subsuelo y eso hace que se pierda porosidad. Si eso ocurre, se pierde la capacidad de almacenamiento para futuras recargas del acuífero, lo que significa que ante una lluvia se acumulará menos agua de la habitual y el resto va a escorrer.
Esa consecuencia “es muy peligrosa”, advierte el coautor del estudio, debido a que puede causar una serie de problemas ambientales y humanos, incluyendo la disminución de los niveles de agua disponibles y el hundimiento del terreno. Este hecho, sostiene Castillo, está documentado en muchos estudios realizados en California, Ciudad de México, Irán, Israel, “todos estos acuíferos han perdido su capacidad de infiltrar”.
Escudero explica que aunque las precipitaciones son bajas, las lluvias que ocurren, especialmente en el “invierno altiplánico” (enero y febrero), pueden contribuir a la recarga del salar. También el aporte de ríos y quebradas que fluyen desde montañas circundantes, “transportando aguas de deshielos y lluvias desde las zonas altas”. Sin embargo, advierte que gran parte de las aguas subterráneas proviene de aguas fósiles, acumuladas durante milenios.
Una investigación publicada en la revista Nature sostiene que la sobreexplotación de acuíferos subterráneos es un proceso de “desecación lenta” que se está produciendo en miles de ecosistemas de todo el mundo. Los autores aseguran que la extracción de agua subterránea ha traspasado un umbral ecológico crítico y que podría dispararse de un 42 % a un 79 % para 2050.
“Es interesante empezar a replicar estos análisis en los salares que se van a empezar a explotar”, dice Mondaca, aludiendo a la Estrategia Nacional del Litio, impulsada por el gobierno de Gabriel Boric.
La compañía Albemarle, una de las dos únicas empresas que explota litio en Chile y que opera en el núcleo del salar de Atacama, comentó a Mongabay Latam que “la publicación afirma que no hay suficiente correlación para interpretar una relación causal entre la subsidencia y la actividad minera de litio. En ese contexto, cabe destacar que hay áreas donde operamos en el salar de Atacama en las que, de hecho, la superficie ha ascendido. Consideramos que este estudio es coherente con nuestro propio compromiso con la sostenibilidad”.
Hasta el cierre de esta nota, la segunda empresa que opera allí, SQM, no respondió nuestra solicitud.
Efecto dominó
El sistema de información y monitoreo de biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente, destaca que algunas “porciones del salar” se encuentran actualmente con protección oficial, como es el caso de la Reserva Nacional Los Flamencos y el Santuario de la Naturaleza Laguna Tebenquiche (SN-LT). La primera es hogar de las tres especies de flamencos altoandinos: el flamenco chileno (Phoenicopterus chilensis), el flamenco andino o Parina grande (Phoenicoparrus andinus) y el flamenco de James o Parina chica (Phoenicoparrus jamesi). Todas ellas están clasificadas en la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Mientras que el segundo, el SN-LT, considera un humedal altoandino que corresponde a uno de los mayores cuerpos de agua salobre del salar de Atacama. Este ecosistema alberga extremófilos, microorganismos que tienen la capacidad de soportar condiciones ambientales extremas de alcalinidad, salinidad y alta radiación ultravioleta.
¿Qué implicaciones puede tener la evidencia de hundimiento en el núcleo del salar para estos sistemas protegidos?
Daniela García, geóloga de la UMA-CPA, dice que “por el momento” esas zonas no están siendo afectadas, sin embargo, indica que se debe investigar lo que sucedería si la zona de subsidencia se expandiera. “Hay que considerar que el centro del salar es cruzado por una falla geológica, por lo que es importante considerar el rol de esta falla en la hipotética expansión de esta zona de subsidencia”.
Castillo, por su parte, asegura que el estudio marca un antecedente por lo que advierte que “hay que tener cuidado”, pues si se extrae salmuera muy cerca de esos sitios protegidos, esa tierra también podría hundirse. Además, el científico recuerda que el salar de Atacama es un “único ecosistema” puesto que está conectado con todo el borde este, sur y oeste.
Para Chococar, en cambio, debido a que el hombre y la mujer Lickanantay conciben todo lo que le rodea “como unido”, el daño a esas áreas protegidas ya está hecho.