Sus poemas entremezclan versos en castellano y kunza para contar la manera de interpretar el mundo según sus ancestros.
Atardece en San Pedro de Atacama. Tintinean las primeras estrellas en un cielo degradado de tintes rosados a violetas. Una brisa fresca sacude levemente el ligero vestido blanco y la larga melena oscura de una mujer tez canela que lleva tiempo esperando este instante místico. Serena y sentada al borde del río, contempla lo que queda de sol, el mismo que hace relucir sus joyas de cobre e ilumina a su espalda un relieve de cerros y el imponente volcán Licancabur. En eso, inhala. Inspirada. Ya siente que tiene la rima perfecta.
Miles de viajeros llegan a buscar esa carga energética de la zona; Lore Vilca, la mujer poetisa descrita, vive inmersa en ésta. Su familia es descendiente del pueblo licknantay, o atacameño, una civilización de más de diez mil años de antigüedad, que ocupó territorios desde el curso del río Loa hasta Copiapó, entre quebradas, valles del desierto y los faldeos de la Cordillera de los Andes.
“¡Estoy orgullosa de llevar sangre lickanantay!”, dice la artista. Por eso en su obra intenta rescatar el kunza, la lengua de los atacameños extinguida en el siglo XIX. Sus poemas entremezclan versos en castellano y kunza para contar la manera de interpretar el mundo según sus ancestros.
Según el antropólogo y atacameño Ulises Cárdenas Hidalgo, “una de las características del kunza es que se trata de una isla lingüística. Es decir, no está emparentada con el quechua ni el aymara”. Esa condición, explica, hace que tenga expresiones únicas para sitios, ceremonias, canciones y nombres de utensilios. Por ende, Lore Vilca, consciente del poco vocabulario rescatado disponible, toma estas palabras en kunza y aprovecha la acentuada gestualización que dice tener esta lengua. “Eso lo hace ideal para declamar, y aunque esta práctica esté en desuso a mí me encanta, hasta siento que uno de mis antepasados se apodera de mí cuando estoy en el escenario recitando”, asegura.
Lorena Rojas Vilca, su nombre real, se tituló como profesora de educación general básica de la Universidad Arturo Prat. Desde 2009 dejó su trabajo formal en las aulas para dedicarse a su poesía y a la administración de un camping en San Pedro de Atacama. Hace poco superó una depresión que la mantuvo alejada de las presentaciones en vivo. La causa fue un comunicado público del Concejo Nacional Lickanantay, firmado por Wilson Reyes Araya, donde se explicitaba que ella no contaba con el apoyo del pueblo mismo. Hoy, este asunto estaría ya resuelto, según Reyes Araya: “Es asunto del pasado y ya está remediado”. Sin embargo, este hecho que afectó en un comienzo a la poetisa, la llevó a innovar en su obra como método de sanación. Ahora asegura sentir más fuerzas para continuar por las sendas de la creación e intenta musicalizar sus poemas.
Integra sonidos de la naturaleza e instrumentos de viento típicos de la zona. Con esta nueva fórmula, ha publicado tres álbumes: “Tejiendo versos” (2012), “Paunanacota” (2013) y “Cara cara mamá” (2014). En ellos ha dedicado parte de su obra a los 33 mineros, la maternidad y a las niñas y niños. Pero en el fondo, para Lore Vilca su arte presenta una oportunidad para expresar algunos de los debates más marginados, hasta el punto de la invisibilidad en la sociedad y cultura chilena, que es la aceptación de la nación con sus raíces multiculturales. Las mismas que dan forma al viaje por nuestra identidad nacional.
“Escribo para retratar la espiritualidad atacameña, por ejemplo para dar a conocer la circularidad de su tiempo, vinculada los ciclos de la naturaleza, la maternidad, en fin. ¡Y lo hago poetizando, así vivo la vida porque soy liqau lickanantay (mujer atacameña)!”, dice mientras ya anocheció en el poblado, y debe volver a cobijarse para escribir la rima que le había florecido hace un rato.