En los últimos años el sector tecnológico y automotriz han crecido a pasos agigantados y con ello, el requerimiento de un material que pronto ha pasado a llamarse “el oro blanco” por sus excelentes cualidades para almacenar energía. Nos referimos al litio, un metal que no se encuentra de manera natural, y para el que se requieren grandes cantidades de agua para su extracción, generando diversos impactos ambientales y sociales en lugares como el Norte de Chile. Más detalles aquí, en este texto elaborado por Ladera Sur.
El litio es el elemento que encabeza la familia de los metales alcalinos en la tabla periódica y que corresponde al metal sólido más ligero, con una densidad que corresponde a la mitad de la del agua. Este sólo se encuentra en la naturaleza en forma de compuestos químicos, principalmente en salmueras naturales, pozos petrolíferos, campos geotermales, agua de mar, entre otros.
Desde que se desarrolló la primera batería de litio recargable en 1980, su utilización ha aumentado considerablemente en todo tipo de aparatos electrónicos, desde celulares hasta vehículos eléctricos. Y con ello la búsqueda de este preciado metal al que han llamado “el oro blanco” y que ha destacado como uno de los metales con mayor crecimiento en su demanda, debido a sus excelentes propiedades como conductor del calor y de la electricidad y por su capacidad de almacenamiento energético.
Fabricantes de vehículos como el Grupo Volkswagen ya están firmando acuerdos para garantizar el suministro de litio, ya que tienen previsto antes del 2030 lanzar alrededor de 70 coches eléctricos entre sus marcas y nada de esto sería posible si no tienen acceso al componente clave de sus baterías. Por ello, se ha firmado un convenio con la empresa china Ganfeng Lithium, la cual suministrará a la empresa durante los próximos 10 años de litio.
El escenario chileno
Chile posee cerca del 52% de las reservas mundiales de litio en forma de salmueras o, en otras palabras, salares. La mayoría de ellos concentrados en el norte del país. Entre ellos, el más reconocido es el Salar de Atacama, uno de los salares más grandes del mundo, que cuenta con uno de los mayores potenciales a nivel global para la extracción de este metal debido a sus altas concentraciones de litio y bajo nivel de impurezas. De hecho, es precisamente esta zona a la que se ha denominado “el triángulo del litio” y que une otras reservas ubicadas en Argentina y Bolivia.
La extracción del litio ha sido materia de gran análisis debido a que nos encontramos con una demanda global en pleno crecimiento que permitiría posicionar de mejor forma al país en la economía mundial, pero que a su vez traería fuertes consecuencias medioambientales si no se toman medidas al respecto.
El litio se obtiene a través de un proceso de evaporación. Las salmueras, presentes en bolsones de líquido bajo la superficie del salar, son extraídas con pozos de bombeo que luego son transportadas a grandes piscinas de evaporación, en donde se espera que las diferentes sales se asienten. Luego, a través de un proceso químico, esta solución salina se transforma en carbonato de litio.
El problema de fondo está en que este proceso consume mucha agua, pues por cada tonelada de mineral se eliminan –por la evaporación–, alrededor de dos millones de litros de agua dulce. En materia medioambiental, este procedimiento ha traído impactos en el consumo y contaminación del agua, un suceso que repercute a su vez tanto a las comunidades que viven alrededor como a la flora y fauna.
En el seminario “Energías Verdes y Extractivismo en Salares” organizado por la Universidad de Chile y la ONG FIMA, la académica del departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Antofagasta, Ingrid Garcés, detalló los efectos que genera la extracción del litio en las reservas de aguas de las comunidades de la localidad. La experta especificó que los procesos de bombeo de aguas, que contienen un 28% de sólidos disueltos, desequilibran el ecosistema de los acuíferos de agua dulce al salinizarlos. “Lo que se tiene como aguas subterráneas, es decir, las reservas de agua de las comunidades para un futuro, se están viendo totalmente amenazadas al salinizarse, por lo tanto, además de perder almacenamientos, el salar pierde su equilibrio”, concluyó.
Actualmente en el Salar de Atacama realizan extracción de minerales diversas empresas como Minera Zaldívar, Minera Escondida, SQM y Albermale. Sin embargo, SQM y la compañía de Estados Unidos, Albermarle, corresponden a las dos grandes organizaciones que ocupan mayores cantidades de agua, utilizando 1.700 y 442 litros por segundo, respectivamente.
El Presidente de la Comunidad de Peine y Consejo de Pueblos Atacameños, Sergio Cubillos, constató a su vez en la charla, el desbalance hídrico existente en el Salar de Atacama, en donde puntualizó que la extracción del agua, haciendo una suma total entre salmueras y agua dulce, redondearía los 5 mil litros por segundo. “Esto quiere decir que hoy día el Salar de Atacama tiene una extracción cinco veces mayor de lo que ingresa como agua a la cuenca”, agregó.
Por su parte, la académica del Departamento de Gestión Forestal y Medio Ambiente de la Universidad de Chile, Matilde López, expresó su preocupación por la desaparición de algunos caudales que se encontraban en la zona y por el riesgo que corren algunas especies acuáticas que dependen de estos ecosistemas. La especialista detalló que la laguna es el hábitat de varias aves acuáticas como el flamenco Andino, el Chileno y el de James, los cuales se alimentan de insectos y algas que se dan principalmente en estos lugares y que corresponden a la base de su alimentación.
En este aspecto, la directora de proyectos de la ONG FIMA, Gabriela Burdiles, detalló una serie de normas y proyectos tanto a nivel internacional como nacional en las que el Estado podría avanzar y mejorar. Entre ellas, mostró su interés por el proyecto de Servicios de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el cual pretende proteger la biodiversidad biológica, preservar la naturaleza y conservar el patrimonio ambiental del país. “Este proyecto señalaría qué tipo de actividades se podrían realizar en el área protegida y que quedarían sujetas en un Plan de Manejo, el cual definiría cuáles son las actividades que son compatibles con el área”, dijo. Sin embargo, agregó que es una tarea difícil ya que “hay figuras muy dispersas con distintos grados de protección, y no sólo porque un área este protegida oficialmente, tendría protección absoluta frente a un proyecto de inversión”.
Cada vez más se está optando por energías renovables en el mundo dando paso a opciones que resultan más sustentables con el medio ambiente, como lo es la electromovilidad para reducir las emisiones de dióxido de carbono. En este plano y con relación a la extracción del litio, Chile se enfrenta a la tarea de ejercer un uso responsable de sus materias primas y de buscar propuestas para la protección de sus ecosistemas. Sobre todo teniendo en cuenta que ya en 2018 las exportaciones de litio representaron un alza de 1.200% respecto a 2003, sumando US$948 millones, y que según cifras entregadas por la Comisión Chilena del Cobre, se espera que su producción a cinco años crezca de aproximadamente 300.000 toneladas a 1 millón.
Este artículo fue publicado primero en nuestro sitio aliado Ladera Sur.