“El neoliberalismo ha convertido la diferencia cultural en un atractivo comercializable”, cree la investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México que comparó experiencias de gentrificación turística de Mesoamérica y Chile ante un camino de autodeterminación de los pueblos indígenas que va de la mano con el desarrollo económico.
Bien informada sobre fenómenos culturales y populares como el éxito de la cantante chilena Mon Laferte en su país, la antropóloga mexicana Cristina Oehmichen ha delineado su trayectoria investigativa en torno a los pueblos originarios y una particular perspectiva de género siempre conectada entre uno y otro extremo de Latinoamérica. En particular, investigando el desarrollo de la industria turística y su relación con la apropiación de una identidad indígena. “México y Chile son países culturalmente muy biodiversos y eso es una fortaleza muy grande para darse a conocer al resto del mundo y también para resistir”, cree la conferencista invitada por la escuela de Antropología de la UAHC.
“Cultura, Patrimonio y Pueblos Indígenas” es el nombre de la ponencia en que la doctora en antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México abordó los fenómenos derivados de procesos migratorios como el turismo o la gentrificación. Una interesante relación entre la perspectiva social de México y Chile que se enfrenta al supuesto desarrollo que implica la inversión turística privada y estatal. “El neoliberalismo ha generado una gran polarización que convierte la diferencia cultural en un atractivo comercializable”, sostiene.
Como ejemplos expone los casos de Michoacán y sus vistosas celebraciones del Día de los Muertos, que si bien hoy son un capital turístico replicado hasta en películas Disney, ya desde los años 30 provoca también un colapso foráneo que interfiere con las zonas ceremoniales. El problema persiste pese a las inútiles advertencias de la autoridad a los turistas (en su mayoría estadounidenses) de no sacar fotos a los ritos más íntimos, diferenciar entre la libertad y el jolgorio o simplemente respetar el recuerdo de los antepasados, explica la doctora en antropología.
Ceremonia y turistas de selfie
“Ha llegado a tal punto la crisis que los habitantes de la zona han solicitado a la Unesco que su ceremonia deje de ser reconocida como Patrimonio de la Humanidad”, dice acerca de una queja que también se escucha en otras locaciones indígenas globales donde desfilan hordas de turistas sacándose selfies.
Una postal aún más conocida es la de los voladores de Papantla en Veracruz, los arriesgados hombres que se cuelgan cabeza abajo desde una altura de 40 metros para girar alrededor de un poste ceremonial. Oehmichen cuenta que los afectados performistas han debido acudir a los tribunales para pelear la apropiación indebida de su imagen por una popular marca de cerveza. “Ese desplazamiento cultural también tiene un correlato físico en la gentrificación que lleva a los verdaderos habitantes de zonas típicas y campesinas a retirarse a la periferia urbana”, lamenta mientras traza un paralelo con una situación parecida en Chile.
“El costo de la vida, derivado de la actividad turística, ha elevado los precios de bienes raíces, servicios y otros enseres a un nivel que sólo extranjeros y turistas pueden pagar como comienza a apreciarse en localidades como Rapa Nui o San Pedro de Atacama en Chile o los llamados “Pueblos mágicos” del circuito maya. La llegada de las carreteras, por ejemplo y la aparición de los pueblitos en los mapas turísticos generan inconvenientes que hacen que la espectacularidad reemplace al folclore. No se trata de sufrir por el desarrollo, sino por la forma en que el capitalismo entiende el turismo”, aclara la antropóloga.
“El desarrollo debe ir acompañado de un crecimiento agropecuario, técnico y de infraestructura para agregar valor a estas zonas y no dejarlas a merced de otros intereses particulares. No hay beneficios del turismo para los pueblos indígenas por cuanto ellos no se comportan según las reglas del mercado”, señala.
En una línea más reconocible aún, cree la antropóloga, se producen las prácticas industriales extractivas y las inversiones inmobiliarias que transforman el paisaje de estos entornos. Junto a esta idea de desarrollo, aparece también el lucro delictivo, señala sobre el impopular auge criminal que vive la costa en su país. Antiguamente reconocidos destinos turísticos a nivel global que hoy están azotadas por el narcotráfico y sus efectos colaterales. “Acapulco y Cancún son un infierno hoy en día, pero esto es parte de un proceso muy complejo porque México se ha convertido en un país exportador y de tránsito de drogas. Gran parte de nuestros problemas de violencia tienen que ver con este vecino que es el mayor consumidor de drogas en el mundo: como dice el refrán ‘Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU”, explica.