En días pasados se confirmó una información de la que hablamos alguna vez en Sin letra chica, la misma estaba referida una ruta que unirá Brasil con Chile, sin pasar por el territorio boliviano, cuya construcción habría comenzado hace un tiempo atrás. El objetivo es ahorrar 8.000 kilómetros de distancia y hasta 6 días de navegación para llegar a puertos asiáticos como China, por ejemplo, con carne, soya, maíz, algodón, papel y celulosa, entre otros productos.
Mato Groso del Sur produce lo citado y lo pone en el mercado internacional (Asia y Norteamérica) por montos que ascienden a 30.000 millones de dólares. Estos hoy salen por los puertos de Santos y Paranaguá, pero eso les quita competitividad, de manera que, cómo será para que los brasileños no vayan a buscar rutas para llegar, por tierra, al otro mar, es decir, el Pacífico.
Brasil lleva un tiempo buscando alternativas al paso por Bolivia; recordemos que ya se supo de un tren bióceánico entre Perú y Bolivia pasando por arriba de Pando que no se sabe que haya prosperado. Da la sensación de que a Brasil no le atrae mucho la idea de los puertos peruanos como punto de llegada o de exportación; de manera que, los empresarios y autoridades de la zona de Matogroso del Sur ya hicieron el recorrido por ‘abajo’ y, al parecer, quedaron satisfechos. Los brasileños recorrieron un trayecto que pasó por Paraguay, Argentina (Jujuy), San Pedro de Atacama hasta llegar a Antofagasta e Iquique, pero también visitaron Asunción, Salta y Calama.
Dicen (aseguran) que van a ahorrar costos y, además, es evidente que a Chile le interesa el negocio y, ven con mucho agrado que la mercadería brasileña llegue a los puertos sobre los cuales Bolivia tiene derecho preferente, en función al tratado de 1904 con el país trasandino. Competir espacios con la mercadería brasileña generaría un tremendo perjuicio directo en el costo de las importaciones/exportaciones nacionales.
Por otra parte, mientras el discurso sea más importante que los hechos, en Bolivia seguiremos mirando desde lejos, las oportunidades de exportación en los corredores que debieron pasar por aquí; para eso tendríamos que haber trabajado en dar una mejor imagen y sensación de país; desde la idea de que este país es el ‘supermercado de la droga del cono sur’, generando la susceptibilidad de que esas rutas serán usadas en el propósito, hasta otros temas como la de ‘país tranca’, que es como se nos conoce afuera.
Y hay varias clases de ‘trancas’ bolivianas: la del bloqueo permanente (que creen que lo van a terminar con una ley que pene la protesta, que es la expresión de una tendencia fascista y dictatorial).
Además de la ‘tranca política’, hay otras que conocen los brasileños que estuvieron por acá y, como dijo un conocedor en la materia “quedaron pasmados y estupefactos con las condiciones de nuestras carreteras”; no pretendo hacer un detalle de las mismas porque quienes leen saben a lo que me refiero y, de situaciones que para ellos, los interesados en ganar tiempo y seguridad, no son “normales”.
Los brasileños no entienden cómo las carreteras pasan por el centro de los pueblos y que en las mismas se asienten mercados por los que, pasar, se convierte en un peligro para los moradores de los mismos y, por supuesto para los choferes; ello, sin contar que tal situación genera una pérdida de tiempo y dinero al verse obligados a transitar a paso de hombre por los mismos (en otros países las carreteras desvían los pueblos y aglomeraciones de gente).
Ejemplos del mal estado de las carreteras bolivianas hay muchos, a veces se dice que la carretera a Puerto Suárez es ‘un lujo’, pero, si reparamos en el tramo de Tres Cruces y alguna otra zona poblada, vemos que comienzan a repetirse los problemas de los pueblos o mercados carreteros y eso termina perjudicándonos. Por otra parte, El Sillar es un problema irresuelto que el país no está, hoy por hoy, en condiciones de sortear; otros tramos más hacia occidente, sufren, además de mal estado de la capa asfáltica, los problemas ya señalados; eso es lo que “asusta a los brasileños, sobre todo.
Sumemos a esto la falta de condiciones humanas y necesidades básicas, como: alimentación, higiene personal, etc, además, el otro y más grande problema: Bolivia no es país productor de diésel y no se ve que a corto plazo pueda desplegar una logística adecuada para proveer de forma oportuna a cualquier transporte extranjero que pase por nuestro territorio. Es un hecho: si no existe esa logística el país corre un gran riesgo porque si no se abastece de combustible a los camiones extranjeros de forma oportuna, enfrentamos la posibilidad de ser sometidos a procesos internacionales (ver Acuerdos Internacionales firmados por Bolivia - ATIT) .
El solo hecho de ‘ver por encima’ los problemas nacionales, explica por qué Brasil buscó una ruta alternativa; hoy, podemos decir que estamos fuera… y lejos. A ver qué dice la reunión Temer-Morales. Ojalá que si se toca el tema, sepamos cómo vamos a argumentar la necesidad de entrar a la integración caminera más importante del Cono Sur. Hasta hoy, parece que no entramos.
A ver qué pasa.