Érase una vez Libia

Envie este Recorte Versión de impresión de esta Opinión Publicado el 03 de noviembre de 2011 Visto 607 veces
Alguna vez, alguien dijo algo que considero muy cierto: “La primera víctima de toda guerra es la verdad”. El caso de Libia no es la excepción. Pero no todo termina ahí. Después de la muerte de la verdad, miles de personas le siguen en la lista: víctimas. El linchamiento televisado de Gadafi y celebrado por las grandes cadenas desinformativas no significa el fin de la guerra, es seguro que la muerte de otros miles de libios continuará.

A finales de los años 60, Libia había roto con el destino que le tenían dispuestos - las potencias y las transnacionales - a los países africanos: regalar sus riquísimos recursos naturales y materias primas a las empresas neocolonizadoras, en el nuevo reparto del Continente Negro. Los trabajadores, los campesinos, las tribus oprimidas y algunos militares se hicieron eco del panarabismo gritado por Nasser desde Egipto. La revolución libanesa erradicó el reinado parásito y corrompido del impopular Idris I, que siguió después del dominio italiano y de los Aliados al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Una nueva época vivió Libia. Alcanzó niveles de desarrollo casi comparables con los países de Europa. Las personas en Libia tenían nuevas y buenas oportunidades de desarrollo de vida. Algunas estadísticas, derechos y privilegios de los que gozaba el pueblo Libio, simplemente para algunos de nuestros países sometidos por el imperialismo - en consecuencia subdesarrollados - serían increíbles o ciencia ficción. Como por ejemplo, las jugosas ayudas económicas de varias decenas de miles de dólares a los matrimonios jóvenes, los precios ínfimos al galón de gasolina (14 centavos de dólar), el apoyo del gobierno con el 50% en la compra de un auto, semillas y tierras a los campesinos o qué decir los mega proyectos como el Gran Río Artificial, considerado como una de los más grandes obras de ingeniería en la historia, además el gigantesco proyecto hídrico de Kufra, que desborda agua y da verdor en el desierto del Sahara.

La Revolución Libia no se quedó dentro de sus fronteras, tomó la bandera del panafricanismo. Se enfrentó de forma directa o indirecta a las potencias y tuvo que soportar las consecuencias de su rebeldía. Fue bloqueado por Estados Unidos y los países más influyentes de Europa durante varios años. El gobierno de Ronald Reagan, sin pruebas - como suele ocurrir - acusó a Libia de actos terroristas. Nunca consideraron llevar su caso a los tribunales internacionales, como lo haría cualquier país civilizado, pero de todas formas la sentencia unilateral del Pentágono fue bombardeos a Trípoli y Benghasi en 1986.

Libia también fue protagonista de uno de los capítulos más olvidados de la antigua “Guerra Fría”.  La llamada “Guerra de los Toyotas”, aunque tal vez debería denominarse la “Guerra de los misiles M.I.L.A.N.”, debido a los estragos que hicieron los proyectiles de fabricación europea entre las tropas libanesas, que intentaban acabar con años de continuas guerras civiles en Chad y sus opresivos dictadores patrocinados por Francia, muy interesados en los depósitos de petróleo y uranio esparcidos en la franja de Aozou en los límites entre Libia y Chad. Una labor parecida lo hicieron los misiles Stinger - regalo de la C.I.A. a los muyahidines - en Afganistán, en la “Cruzada contra el comunismo” durante la misma época. Libia tuvo que retirarse y Chad siguió un camino muy parecido al de Afganistán, ambos países muy bien armados, divididos y sumidos en las peores pobrezas del planeta. 

El fin de la “Guerra de los Toyotas”, marcó un nuevo punto en la Revolución Popular de Libia, más bien el inicio del punto final. Los líderes del país fueron cada vez más complacientes con occidente ante la oleada de bloqueos y la presión internacional. Lo más grave de todo fue que los dirigentes perdieron el apoyo popular que había sustentado a su gobierno por varias décadas, dieron paso a las nuevas políticas neoliberales y a las privatizaciones. A su vez, el gobierno se volvía dócil. Reconoció en el 2003 que algunos de sus ciudadanos estaban envueltos de actos terroristas y tuvo que pagar sanciones a Francia y Gran Bretaña, (es mucho más que lo hecho por los gobiernos de Estados Unidos y sus aliados, perpetradores de peores crímenes que han existido).

Incluso la amistad surgió en los que otrora eran enemigos. Meses antes de la rapiñada muerte de Gadafi, hubo abrazos y promesas de amor recíprocas nada menos y nada más con el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama y con otros primeros ministros europeos.  Pero el petróleo - el 98% de las exportaciones del país - todavía no había caído en los tentáculos de las transnacionales.     
El régimen de Gadafi, a pesar de las promesas y las reconciliaciones, al parecer no daba tantas garantías como la complaciente monarquía saudita, los emires de Abu Dabi, o las dictaduras israelí y egipcia. El amigo pronto se volvió otra vez en violador de derechos humanos y terrorista  (a pesar de haber prestado su ayuda eficaz a los Estados Unidos en la guerra Contra el Terror).

El Consejo Nacional de Transición, un grupo de antiguos partidarios patrocinados por Gadafi, se levantaron contra su ex benefactor, se apoyaron en la “Intervención Humanitaria” propuesta por la organización más bélica y armada del Mundo. Los aviones de la O.T.A.N. barrieron con bombas a Libia, detrás de los bombardeos avanzaban los rebeldes del C.N.T. que aportaron su cuota de masacre. Lo curioso es que la excusa de esta nueva brutal invasión era para garantizar la Convención de Ginebra, pero el ataque planificado y ejecutado por la O.T.A.N. viola y se burla hasta la última letra de la Convención, tanto así que los rebeldes cumplieron los deseos de la mujer más poderosa del Mundo, Hillary Clinton. 
Para ella, era una prioridad la captura o la muerte de Gadafi.  Sus derechos y su vida garantizados como prisionero de guerra no eran nada ante las preferencias de la Ministra de Estado de los Estados Unidos. Para expresar mejor los sentimientos de Hillary Clinton podemos recurrir a las palabras de Ted Koppel el especialista noticioso por más de 20 años en la cadena ABC  “ese grupo de terroristas internacionales, hombres como Muamar Gadafi, Ayatola Khomeini que los estadounidenses aborrecen…”.

Después de la muerte del antiguo líder libio, mujeres como Clinton u hombres como Koppel, se sentirán complacidos, tendrán uno menos que aborrecer en el planeta al mirar el cadáver sangrante en las noticias de las seis.

El nuevo tipo de guerra en pro del liberalismo es una representación del poder absoluto, la avaricia, y el irrespeto hacia la vida. Es el sentido de justicia que ha establecido el belicoso Premio Nobel de la Paz Barak Obama ante cualquier oposición que tenga el atrevimiento de enfrentarse a las poderosas empresas. La nueva guerra monstruosa, apoyada en una tecnología de inimaginable destrucción humana abre un nuevo periodo de muerte y desaparición de políticas, economías, filosofías, culturas y por supuesto de personas. 

Mientras las bombas caen, destrozan carne, piel, piedra o hueso, los dirigentes de occidente declaran que lo hacen en nombre de la democracia y la libertad, pero en la Libia de Gadafi nunca hubo tantos muertos como los provocados en la carnicería de la O.T.A.N. Es ineludible preguntarse ¿quién es la amenaza, Gadafi u Obama?, ¿quiénes son peores, los Bush o Hussein?, ¿quién es la amenaza para la humanidad?, ¿las naciones necesitan ser pulverizadas y morir para recibir libertad?, ¿acaso la democracia viene en aviones de combate?, ¿de dónde viene el terror, de las montañas de Tora Bora o de los lujosos rascacielos de Wall Street?   ¿Cuándo tendrá fin está masacre?

¿Quién será el próximo en su lista escrita con sangre? 

Érase una vez Grenada, Panamá, Somalia, Yugoslavia, Irak, Libia, ¿quién es el próximo? el Mundo tiembla. Tal vez, en el rostro ensangrentado, insultado, escupido, partido y abaleado de Mu’amar Gadifi, veamos el nuestro, pero antes de ser masacrados es necesario que muera la verdad…

¿Qué mentiras dirán de nosotros?
Jorge D’Orcy
Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan. 
Bierce, Ambrose.  Diccionario del Diablo. 
Sinónimos: Indio, indígena, cholo, nativo y cualquier otro grupo originario.
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